domingo, 19 de noviembre de 2017

Pedro Infante: el infantilismo y la identidad nacional










Pedro Infante: el infantilismo y la identidad

 nacional

Este fin de semana se cumple el centenario del nacimiento de Pedro Infante, fallecido en un
accidente aéreo en abril de 1957. Este es un acercamiento a lo que significó este ídolo de la música 
y el cine. Su sepelio fue el primer gran evento que la televisión transmitió en vivo desde la calle, 
en el que coincidieron la muchedumbre y las estrellas de cine para despedir a este ícono de 
la cultura popular
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POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
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Dicen, desde hace seis décadas, que Pedro Infante no ha muerto.
Lo dicen con razón y con justicia. Dicen, pero lo afirman con certeza, que 
anduvo (o anda) cantando por diversos lugares de la ciudad y del país. Era el
 panadero de antaño que cargaba en su cabeza un canasto de bolillos; el preso
 acusado injustamente, el enamorado con voz cantadita como ñerito de los
 cincuenta, el indito estereotipado, el hijo sumiso de su padre y abnegado 
de su madre, el padre que sufre por su hijo muerto, el rico hacendado que se 
hace pasar por pobre, el héroe-boxeador, el nieto huérfano que muere por 
su abuela, el hombre que camina por cualquier calle de la ciudad de México.
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Puede ser una falsedad, lo es y no,
pero lo cierto es que nuestro Pedro Infante Cruz, el ídolo que nació en
 Mazatlán, Sinaloa, hace cien años, sigue tan vivo que se ha creado
 una industria en torno suyo y hasta una suerte de ideología: el infantilismo.
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No sin razón, el epigramista Quid escribió en el desaparecido periódico 
Atisbos, al día siguiente de sus exequias:
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Hubo lágrimas e insultos,
hubo heridos y golpeados,
empeñones y tumultos
y un montón de desmayados
En el duelo singular
Mostró con su paroxismo
que el pueblo padece un mal,
que se llama “infantilismo”

La muerte del actor fue un acontecimiento que marcó al país. En la imagen, admiradoras de este ídolo popular lo lloran durante su sepelio. / Archivo EL UNIVERSAL
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Y si vivo cien años, cien años pienso en ti
1917, año del nacimiento de Pedro Infante y 1957, el fatídico en que murió,
estuvieron marcados por claroscuros. En 1917 nació un nuevo país. 
Apenas el 5 de febrero anterior se había promulgado la Constitución 
Política de los Estados Unidos Mexicanos que contenía una serie de derechos 
sociales y se convirtió en una de las más avanzadas del mundo.
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Pero también un nuevo mundo nacía: diez días antes, Lenin había iniciado
un gran movimiento, la revolución rusa, que sería el sueño de mucha 
gente, durante décadas, en la utopía de un mundo mejor.
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En contraposición, en 1957 cuando muere Pedro, se mantuvo un sino
 de tragedia en nuestro país: el 16 de abril, falleció Pedro Infante, lo que
 constituyó una gran tragedia; después, el 28 de julio un terremoto sacudió 
a la ciudad de México, derrumbando uno de sus íconos: el Ángel de la
 Independencia; como si ello no bastara, el 6 de noviembre, Raúl El Ratón
 Macías cayó derrotado, y perdió el campeonato mundial de peso gallo, 
a manos del argelino Alphonse Halimi, un hecho que constituyó
 una depresión nacional.
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Así, Sinaloa, en el noroeste mexicano vio nacer a Pedro, mientras que en
Yucatán, en el sureste, concluyó una vida que, a la postre, se convertiría en
 eterna.
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Hitos que marcaron la vida y muerte de un hombre que forma parte del
 panteón de los ídolos nacionales. Momentos simbólicos que marcaron
 a un país, de frontera a frontera.

La prensa captó al pueblo y a las estrellas de cine en la emotiva despedida al actor y cantante. En la imagen, el comediante Mario Moreno Cantinflas. / Archivo EL UNIVERSAL
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Del charro cantor, al catrín de la ciudad
Como los héroes, murió en plenitud, justo en la Semana Santa de hace medio
 siglo, a pocos meses de cumplir cuarenta años.
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¿Qué es lo que lo transforma en héroe o en mito o en leyenda o en todo?
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Una de ellas es la lectura sobre el actor, el personaje, que transita del campo
 a la ciudad; Pedro Infante es un poco ese provinciano que 
representa en la cinta También de dolor se canta, donde un tímido profesor
 de provincia se transforma cada vez que mira a un hada.
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Hay muchas razones para creerlo. Estas son algunas:
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La querencia de tener entre nosotros a un hombre cuyo trabajo 
primigenio sea la carpintería, coincidiendo con la antigua profesión de 
quien vino al mundo a salvarnos, según la fe y que, además, muere en Semana
 Santa; el personaje que puede ser bueno, malo y normal, como su triple
 personaje de Los tres huastecos; el rico que es infeliz en contraposición 
del pobre al que le sobra felicidad: Nosotros los pobres; el indígena 
Tizoc que se enamora de una mujer con rostro virginal; el Edipo 
desarrollado en Los tres García; el padre que llora la muerte de su 
infante (una de las grandes actuaciones del cine mexicano, por cierto);
 el hombre que besa a las mujeres más hermosas y sensuales de México:
 Silvia Pinal, Rosita Quintana, Rosita Arenas, Miroslava…
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En catorce años, es decir, entre 1942 y 1956, Pedro Infante realiza 
cincuenta y cinco películas que marcarán un hito, como ningún otro
 personaje, en la vida cultural mexicana. Tal vez por eso, nada representa
 mejor un grito de grilla contemporánea, expresado en un hashtag, para
 leerlo con ojos de hoy, que decir #todossomospedroinfante.
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Sólo por decir.
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Al aire lo que cayó del aire
Pedro Infante es una quimera, el ser que todos queremos ser.
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Si en su época se convirtió en un fenómeno, sesenta años después de su
 muerte sigue teniendo una presencia fundamental en la vida mexicana.
 La mejor muestra es que la televisión continúa transmitiendo sus 
películas, muchas veces para competir con eventos de primer orden
 transmitidos por otro canal. Nosotros los Pobres es una de las cintas 
que más veces se ha transmitido en la historia de la televisión mundial.
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Sus exequias fueron una de las primeras transmisiones de la TV 
mexicana que se hicieron en vivo y en la calle: Telesistema Mexicano
 colocó varias cámaras en sitios estratégicos del Teatro Jorge Negrete y 
en el Panteón Jardín, desde donde registraron los pormenores del 
duelo popular dedicado a un actor que sólo un par de veces había 
trabajado en ese novedoso medio de comunicación.
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La transmisión dio inicio en el edificio de la ANDA, con la voz de
 tres destacados comentaristas: Gonzalo Castellot, Pedro Ferriz y 
Salvador Vázquez. Las cámaras, instaladas encima de una camioneta, 
transmitieron en vivo y a control remoto, por primera vez en la historia
 de México, un acto de esta naturaleza; captaron los gestos y la tristeza
 del pueblo que acudió a despedir a su ídolo. Miles de rostros con
rictus de dolor se confundieron con las grandes estrellas de cine vestidas
 de luto y con gafas oscuras.
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Otro fenómeno ocurrió durante la transmisión del programa El Club 
del hogar, conducido por Daniel Pérez Arcaraz: no faltó quien por haber
 encendido su aparato tardíamente, pensara que su televisor se había 
descompuesto al no escucharse ruido alguno, pues en el curso del
 programa se guardó un minuto de silencio en memoria de Pedro Infante.
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El periódico Cine Mundial publicó, en la edición del 18 de abril de 1957,
 una nota que refleja el nuevo fenómeno de comunicación masiva:
 “Cuando comenzaron los controles remotos reseñando el éxodo del
 cadáver de Pedro por las calles, la salida de la capilla ardiente, las 
manifestaciones populares en torno al cortejo fúnebre, la televisión
 mexicana se convirtió en un especial Vía Crucis. Era un Vía Crucis 
muy particular. Había dos pueblos: el que estaba presente a cielo limpio, 
bajo el sol de aquel día abrileño, el que acompañaba los restos del 
sinaloense hacia su última morada, hacia el panteón Jardín. Y el otro 
cortejo: un cortejo inmóvil, innominado, inclasificable, el cortejo
 que seguía el acontecimiento tristísimo del entierro de aquel querido
 artista desde los propios hogares, ante la pantalla electrónica. Sobre el
 cuadro de cada receptor, surgían las notas emocionantes de toda aquella
 caravana de muerte, caravana de dolor…”
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La muerte de Pedro Infante mostró un nuevo perfil dentro de la información
 a través de la televisión, así se sumaba ese novedoso medio de
 comunicación al duelo nacional.

Javier Solís, El Rey del Bolero Ranchero, cantó en el sepelio de Pedro Infante / Archivo EL UNIVERSAL
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Gitana tenías que ser
De todas las historia de la historia de Pedro, siempre recuerdo un largo
 capítulo de un libro inédito que escribí donde narro sesenta notas sobre 
su muerte. Tal parece que vivía obsesionado por ella. A lo largo de 
una serie de entrevistas, entresaqué historias como la de la gitana que
 le dijo, en Saltillo: “Naciste en una carpintería y vas a morir en otra”
 (el avión cayó en una carpintería, en Mérida).
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También, leyó un horóscopo que decía: “Escorpión: tenga cuidarlo con
 el Fuego. Puede ocasionarle la muerte”.
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El día que murió, volaría por Mexicana de Aviación, pero ante el
 escándalo por su divorcio, decidió regresar en vuelo privado, el vuelo
 de la fatalidad; mismo en el que, por cierto, sustituyó a otro piloto que
 salvó de perecer.
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También ese día su madre, doña Delfina, despertó angustiada y, casi a la 
misma hora que caía el avión, ella se confesaba en la iglesia de San 
Cayetano, en Lindavista.

Pedro Infante recibiendo servicios médicos luego de su primer accidente aéreo en Zitácuaro, Michoacán, el 23 de mayo de 1949. / Archivo EL UNIVERSAL
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Los dos nacimientos de Pedrito
Junto al azul del mar del Océano Pacifico, doña Refugio Cruz pasó 
todo el día 17 esperando el alumbramiento. Fue hasta las 2:30 de la 
madrugada del 18 de noviembre cuando apareció el bebé que
 conmocionaría a México, en el Puerto de Mazatlán, cerca del Paseo 
Olas Altas.
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Pedro nació a la orilla del mar, de un azul en el que solía mirar como

 en el horizonte se confundía el mar con el cielo, aquel espacio en
 lontananza que disfrutaba como nadie: “Es que allá arriba nadie
 me reconoce, me siento libre y muy a gusto. Es que tú no sabes, 
no te imaginas la sensación que se vive allá arriba. ¡Todo es tan bonito,
 tan tranquilo y además, me siento más cerca de Dios!”
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En otro azul, montado en un avión marca “Consolideted Vultee”, B24J, 
con matrícula XA-KUN, cerca del cielo donde mora el Dios que le 
inculcaron y que veneró, Pedro Infante sufrió el accidente que lo 
condujo a la muerte cuando apenas tenía 39 años. Ese accidente,
 cuyas exequias provocaron la conmoción nacional, paradójicamente
 sería el punto de partida del otro nacimiento, el del ídolo que vive,
 como decían los periódicos populares, en el corazón de todos los
 mexicanos.
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Un siglo después, Pedro Infante ha creado una suerte de religión que 
bien podría ser llamado infantilismo y que nos hace soñar, creer y vivir 
en un personaje eterno.

martes, 14 de noviembre de 2017

El terremoto visto por Eduardo Gómez

En Relatos e historias en México publico, en cada número, cartón del mes.
A veces coincide con algunas efemérides, otra simplemente me gusta el cartón para ese número y ya.  
El ejemplar de noviembre está dedicado al terremoto, por vez primera se toma un tema inmediato: la gran tragedia del 19 de septiembre, fecha doblemente infausta pues 32 años atrás, el mismo día, padecimos otra igual.
Como la historia parece repetirse, en este número aparece un cartón de un enorme caricaturista, uno de nuestros mejores humoristas gráficos que a sus 85 años sigue con el lápiz afilado y con una gran calidad estética: Eduardo Gómez. 
Compren la revista y encontrarán ese dibujo tan actual, a pesar de haberse realizado en 1985.




domingo, 12 de noviembre de 2017

Sor Juana, 369 años de eternidad

Sor Juana por Gallego y Rey


Resulta inimaginable pensar en un personaje como Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana transitar por el mundo de los vivos, hace más de medio milenio e imponer su obra, su majestuosa obra y legarnos un sueño, una poesía tan vigente hoy día, tan vital.
Sor Juana, nació hace 369 años y sigue, y seguirá por los siglos de los siglos, como una de las escritoras más importantes de la humanidad.
Este es uno de  sus amorosos poemas.





"Esta tarde mi bien"

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y tus acciones veía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía:
pues entre el llanto, que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste:
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu inquietud contraste
con sombras necias, con indicios vanos,
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.



sábado, 11 de noviembre de 2017

Un año sin los trazos de Rogelio Naranjo


Hace un año murió Rogelio Naranjo, uno de los más grandes caricaturistas del mundo. Esa tarde habíamos terminado las últimas correcciones para el libro Cien años de caricatura de El Universal. Apenas nos enteramos, me pidieron escribir un texto para que apareciera en Confabulario ese mismo domingo. Este fue el resultado.

Me halagó que entre los mensajes recibidos, hubo uno del hermano de Naranjo: 
Ignacio Rafael Naranjo Ureña
Excelente síntesis de su trabajo.



Cinco trazos en la vida de un artista: Rogelio Naranjo


POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
Autor de José Guadalupe Posada, Fantasías, calaveras y vida cotidiana (Madrid, Eidciones Turpin, 2014); @agusanch
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No toda la caricatura es arte, pero la obra de Rogelio Naranjo lo es y debe escribirse, como decía el poeta Efraín Huerta, con mayusculota.
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Durante medio siglo, miles de obras de arte fueron trazadas por Naranjo, el mundo visto con sus ojos y en sus hojas, hicieron, hacen, reflexionar a los habitantes de un país que sufre la tragicomedia mexicana.
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El Día del primer Naranjo
Naranjo nunca menospreció la caricatura, como algunos de los grandes artistas que le antecedieron y la habían ejercido. Compartió la pintura con el humor. Durante algún tiempo montó un tinglado en el jardín del arte, en Villalongín, donde vendió algunos cuadros que hoy deben ser un tesoro para quienes las adquirieron en los años sesenta, cuando Naranjo era un joven veinteañero.
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Naranjo comenzó en El Día, en 1965, un periódico que a pesar de su oficialismo trataba de romper la noche que vivía el periodismo mexicano. Empezó en El Gallo Ilustrado,un espléndido y esperanzador suplemento cultural, haciendo retratos que vislumbraban ya su grandeza. En ese mismo espacio sería criticado duramente por algunos de sus colegas debido a que dibujaba muy bien.
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El Gallo Ilustrado, con una mirada progresista, y como uno de los más importantes suplementos de la época, entendió al ilustrado joven que retrataba con maestría a los grandes personajes de la cultura, como Federico Fellini.
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El segundo momento del primer Por qué?
Un capítulo vital en la historia de la caricatura contemporánea se dio en la revista Por qué?, del periodista yucateco Mario Menéndez Rodríguez.
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Resulta difícil explicar a mucha gente que la crítica que hoy en día se presenta en el periodismo no fue siempre así. Durante décadas, el periodismo y la caricatura vivieron en la sombra, en la oscuridad, en una suerte de edad media, situación que ni siquiera en la dictadura de Porfirio Díaz se había dado.
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La década de los años sesenta es de una enorme represión política y de censura a los medios (hasta las inocentes canciones de Cri-Cri fueron censuradas). Se prohibieron cintas como La sombra del caudillo, la publicación del libro Los hijos de Sánchezprovocó una crisis editorial en el Fondo de Cultura Económica.
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La represión política llevó a la cárcel a los líderes ferrocarrileros, pero también a médicos, telegrafistas y profesores. Pero en los medios no pasaba nada. Había que leer la realidad entre líneas en publicaciones que se asomaban tímidamente.
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A finales de febrero de 1968 comenzó a publicarse la revista Por qué?, cuyo director artístico era Rogelio Naranjo, quien se rodeó de un grupo de jóvenes que harían historia: Vadillo, Rius, AB y Helioflores.
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La experimentación en sus trazos, será la característica que mostrará Naranjo en esta publicación. Como muchos de sus colegas de antaño, realizará hasta los dibujos publicitarios con trazos oníricos.
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El joven Naranjo, en esas páginas, aprovechó los espacios para jugar con el dibujo, para gozar con sus líneas, aprovechando la libertad y la posición privilegiada de ser el editor.
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Realiza pequeñas historietas, tiras cómicas, influencia sin duda de los momentos que vivió hasta entonces la época de oro de la historieta mexicana. Pero también, incidencia de la obra de la revista Fantoche, cuya colección le fue regalada por el poeta Efraín Huerta y que seguramente miró compulsivamente y abrevó de ella. Sin duda, esta es una de las grandes revistas de humor, donde participaron Alfredo Zalce, Miguel “el Chamaco” Covarrubias, Guerrero Edwards, Santoyo, Inclán, y que era dirigida por Ernesto García Cabral y Manuel Horta.
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La aventura de Por qué? no duró mucho, apenas unos doce números. El grupo de moneros se dividió. Vadillo se quedó ahí, mientras que el resto emprendió un nuevo camino.
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Tercera llamada. La garrapata. El azote de los bueyes
El país se desgarraba, la sangre de decenas de jóvenes por la masacre del 2 de octubre aun estaba caliente cuando, casi pasado el luto, el viernes 8 de noviembre de 1968, apareció la última gran revista de humor en el siglo XX: La Garrapata. El azote de los bueyes, “Catorcenario de humor y malas mañas”.
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Esta gran revista fue codirigida por el cuarteto conformado por Rius, Naranjo, AB y Helioflores, quienes generaron una publicación que habría de confirmar un periodismo esperanzador que alentaba, además, en la busca de una nueva sociedad, de un periodismo renovado y de un humor que recobrara la vieja gloria de los liberales del siglo XIX, pienso en La Orquesta, o de los afanosos y perseguidos críticos del porfirismo, como El Colmillo Público.
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Los cuatro directores son de una grandeza excepcional. Cada uno mostró lo mejor de sí, como El hombre de negro, de Helioflores o el Archivo de Indias, de AB o los trazos críticos de Rius.
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Desde el número primo, Naranjo mostró un rostro crítico. Publicó una historieta, bajo el nombre de “Kronykaz de Nanylko Tatanilko”, que recrea la sangrienta noche de Tlatelolco, disfrazando las palabras, aunque la realidad, a través de la caricatura, era más contundente que nunca.
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La Garrapata fue, es, el modelo más contemporáneo de la caricatura crítica, vivió sin publicidad, con una gran presión que se notaba desde que comenzó a circular.
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Pero ni Naranjo, ni sus colegas, se arredraron, por el contrario en esos días aparecieron por vez primera las caricaturas de personajes como Luis Echeverría, que era secretario de gobernación (y futuro presidente) en un momento en que el periodismo sufría de un gran control.
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Y esta crítica, Naranjo la mostró con un sólido lenguaje estético cuyos rostros muestran al Naranjo que queda en nuestras vidas, con el “estilo Naranjo” que decenas de caricaturistas siempre quisieron, sin éxito, imitar.
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El cuarto de la vanguardia en tres momentos
Una década después de comenzar a mostrarnos la crudeza de nuestro mundo, Naranjo mostró su faceta de “artista puro”, de autor que endiosa a la realidad, con la publicación de Alarmas y distracciones, un libro de culto, pues fue edición de autor, en 1973.
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Ahí muestra sus dibujos, retratos que valdrían la pena estuvieran en un museo. Es un homenaje a los autores que amó, que admiraba como Gabriel García Márquez, Pablo Neruda, Juan Rulfo, Efraín Huerta y Sergio Pitol.
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Antes, en 1970, había publicado, también como obra de autor, un excepcional calendario erótico, editado por Rodrigo Moya. Son juegos visuales, laminas iluminadas con el color de la vida, con el encuentro del amor y del absurdo.
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En el calendario, plasma un encuentro estético cuya grandeza permite admirar una mosca en la soledad de una hoja color negro mate; o una cama en un ring. Lo absurdo que da la vanguardia, que entrega la vida.
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Naranjo es un artista que veinte años después nos regala las portadas de la revista Rino. Humor y cultura, un juego visual que realiza tomando como punto de partida el rinoceronte de Durero que, a la postre, dejó de ser tal y se convirtió en el rinoceronte de Naranjo, no es comparación, es mostrar el tamaño artístico del michoacano.
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El juego de la vanguardia, de nuevo, la reminiscencia de obras como el rinoceronte de Ionesco, de lo irracional que se convierte en parte de lo cotidiano.
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No hay quinto malo
El legado de Naranjo, el hombre que con su obra se colocó a la altura de los grandes artistas de este mundo, es indiscutible.
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El trabajo diario, durante medio siglo, se convirtió en referencia fundamental tanto en la revista Proceso, como en el hoy centenario EL UNIVERSAL.
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Su cuestionamiento al poder, su trazo firme, su crítica, su mirada permanece ya en la memoria colectiva. Durante medio siglo, y sobre todo en estas cuatro décadas que permaneció en estas páginas, logró romper muchos de los atavismos del poder, logró quebrantar y abrir la crítica al poder presidencial, hecho que hoy parece cotidiano pero que en muchas décadas era imposible.
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La desmemoria nacional parece no querer recordar que durante medio siglo fue imposible caricaturizar al presidente y sin embargo, los trazos de Naranjo botaron esa norma y el cuestionamiento al presidencialismo se liberó para siempre.
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La estética de Naranjo ya forma parte esencial del arte mexicano y su nombre, como caricaturista, se encuentra en el panteón, sitio de dioses, de nuestros caricaturistas.
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Hace apenas unas horas, mientras concluyo estas líneas, se fue Rogelio Naranjo. Su obra queda para siempre. Son retratos que legó para mirar el horror de los ojos del autoritarismo y la desigualdad, que quedan plasmados en las hojas dignas de un museo del horror nacional.
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Pero también nos legó, la belleza y alegría del sueño de un mundo diferente cuyos colores animan a soñar en que, en su memoria, algún día arribemos a él.
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El Museo Casa de Carranza exhibe, por primera vez, el mayor número de caricaturas dedicadas al varón de Cuatro Ciénegas

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