Un servidor, Joan Manuel Serrat, casado, mayor de edad, vecino de Camprodón, Girona, hijo de Ángeles y de Josep, de profesión cantautor, natural de Barcelona, según obra en el Registro Civil, hoy, lunes 20 de Abril de 1981, con las fuerzas de que dispone, atentamente ...
No puedo imaginar mi vida sin conocer las canciones de Joan Manuel Serrat. Gracias a este amoroso catalán supe de Antonio Machado, descubrí a Miguel Hernández, León Felipe me enseño los caminos de la manchega llanura por donde transitaba Don Quijote.
Hoy, 26 de diciembre es su cumpleaños número 74 y hoy, desde hace más de una hora, sólo escucho sus canciones y recuerdo miles de recuerdos, sí así, sic, a través de sus canciones que me han acompañado desde hace casi medio siglo.
No se le puede desear larga vida, sólo se le puede agradecer tanta vida, tanto amor, tanta solidaridad, tanto acompañar a toda una generación
Quetzalcóatl llegaría en automóvil a repartir juguetes. Así, el
prometido retorno del hombre blanco y barbado se llevaría a cabo cinco siglos
después de que se había marchado; sin embargo, ahora el Quetzalcóatl de la
modernidad de los treinta tendría un poderoso automóvil que jalaría decenas de
camiones con los juguetes para los niños; llegaría, además, el día 23, un día
antes de que el gordo bonachón arribara a México.
El editorial del periódico oficial El Nacional reparaba en el hecho
preguntando: ¿Quién representa la nacionalidad?, ¿Quetzalcóatl o
Huitzilopochtli? Vasconcelos dice que Quetzalcóatl, pretendiendo una amalgama
de entre mestizos e indios...", y luego sigue haciéndose bolas con una
idea que, desde entonces, no tenía pies ni cabeza.
El pitorreo o la buena voluntad de la propuesta de don
Pascual, nacionalista y revolucionaria, continuaron cuando se llevó a cabo una
posada en casa del señor Alpuche, cito de nuevo a Taracena, quien "levantó
un nacimiento en forma definitivamente nacionalista, con gradas que eran como
las de la Ciudadela de Teotihuacán. En vez del portal tradicional, puso las
ruinas de Mitla, y adentro, acurrucado, o mejor dicho, enroscado, el dios
Quetzalcóatl con dos esclavos chichimecas, encuerados pero con plumas. Por los
corredores fue paseado en parihuelas el dios indígena, seguido por los
invitados que portaban cazuelas donde ardía el copal. Todos cantaban,
acompañados de tambor y chirimías, el canto litúrgico de la revolución.
En nombre del Anáhuac
te pido posada
porque así lo quiere
Lerdo de Teja-
aaaa, aaaa daaada!
Adentro contestaron:
Oh, Gran Quetzalcóatl,
Dios beligerante,
Tú y el doctor AtI
pasen adelaaaaaante!
El nacionalismo, al fin, se hizo realidad antes de que llegaran los
discípulos de Carlos Castañeda y los grupos chovinistas de ahora, que hubieran
aplaudido la acción del "nopalito".
El gran día llegó. Quetzalcóatl volvía a sonreír a los
pobres mexicanos pobres. Más de 15,000 de ellos, acompañados del cuerpo
diplomático, político y de-más ociosos, se congregaron en el Estadio Nacional.
Una gran pirámide prehispánica fue colocada en el
campo de juego, acompañada de decenas de árboles de Navidad profusamente
iluminados con foquitos de colores. En el templo fue colocado un Quetzalcóatl
rodeado de una corte de honor, sacerdotisas, tehuanas, aztecas e indias de
Veracruz y de Tlalnepantla.
El presidente Ortiz Rubio llegó al estadio y al momento
fue recibido por una salva, mientras la Marcha de Honor era tocada. Al arribar
al sitio de honor los acordes del Himno Nacional comenzaron, interpretados por
todos los presentes. Inmediatamente después, cientos de juguetes, suéteres y
dulces fueron repartidos y, mientras los chiquillos celebraban el re-galo, dio
principio a la fiesta: Melchor, Gaspar y Baltasar arribaron hasta el templo de
Quetzalcóatl, en-seguida inició la danza sagrada de los "Voladores" y
de los "Ciuntas", realizadas por más de cien señoritas de los
colegios de la metrópoli.
Para entonces, el templo estaba repleto de aztecas,
chinas poblanas, doncellas, sacerdotisas. Al son de tambores, flautas y demás
instrumentos que usaron los habitantes del Anáhuac, todos bailaban
rítmica-mente, mientras en lo alto de un palo los "Diablos Voladores"
de Papantla desafiaban el peligro y suscitaban la admiración de todos los
presentes, sobre todo cuando las luces de los reflectores se posaron en ellos,
iluminándolos.
La festividad terminó llenando de alegría a todos los
presentes que, sin embargo, habían salido sin entender nada; no obstante, los
niños estaban felices, llenos de regalos.
La fiesta había concluido, pero los chistes continuaron.
El Panzón Soto, a finales de ese año, anunciaba el
próximo estreno, en el Teatro Principal, de "El año HP Quetzalcóatl",
mientras un caricaturista señaló el regalo que el dios prehispánico daría el
año siguiente: "pura sombrilla”.
El 14 de marzo de 1994, publiqué en la sección cultural del periódico El Universal, esta nota que ahora se ha vuelto popular: el gobierno de "el nopalito", el presidente Pascual Ortiz Rubio decidió sustituir símbolos extranjeros por símbolos "nacionales". Acabo de encontrar la nota y por eso la subí hasta hoy. Esta es la primera parte.
Uno de los presidentes mexicanos más vituperados por el pueblo, es el
general e ingeniero Pascual Ortiz Rubio, quien ocupó la Presidencia de México, del
5 de febrero de 1930, al lo. de septiembre de 1932.
Ortiz Rubio fue maderista, preso
político durante el cuartelazo de Victoriano Huerta, diputado constitucionalista,
había permanecido fuera de México durante más de siete años en que fue
embajador en Alemania, primero, y luego en Brasil. Siete largos años en que el
país presenció la rebelión delahuertista, el gobierno callista, la Guerra
Cristera, la sublevación y asesinato de los generales Serrano y Gómez, la
reelección de Alvaro Obregón y su asesinato.
Llegó a un país distinto del que había vivido. Calles, el Gran Turco,
era el mero mero, el Jefe Máximo, y Emilio Portes Gil, ocupaba la presidencia
provisional. Ortiz Rubio llegó a México para ser impuesto a la Presidencia tras
unas elecciones donde José Vasconcelos, se dice, fue despojado de su triunfo.
El día de su toma de posesión sufrió dos atentados: el político, al
serle impuesto los miembros de su gabinete, la mayoría callista, y el físico,
cuando un hombre llamado Daniel Flores, lo quiso asesinar, hiriéndolo del
maxilar y haciendo que por poco perdiera el hueso.
Apenas habían transcurrido dos semanas de haber asumido la Presidencia
de la República, y pasar en el hospital por la herida del atentado, cuando un
gran cartel fue colocado a las afueras del Bosque de Chapultepec, diciendo:
"Aquí vive el presidente, el que manda vive enfrente". Calles vivía
en Anzures.
Ortiz Rubio fue llamado "Pelele", "El Nopalito",
"El Caracol" y muchos otros apodos más.
Dicen que para adquirir el poder verdaderamente, se dedicó a inaugurar
y a inaugurar cualquier cosa, a colocar primeras piedras en todo lugar. Dos
grandes obras suyas se recuerdan: el túnel de tacos, tortas y aguas frescas en
la esquina de 16 de Septiembre y San Juan de Letrán, que la gente bautizó como
el Túnel del Simplón y la Isla de los Monos, en el zoológico de Chapultepec.
El periodo presidencial de Ortiz Rubio, pero, ha sido poco estudiado,
entrando dentro de la etapa del Maximato, llamado así pues Plutarco Elías
Calles era llamado el Jefe Máximo de la Revolución.
Quizá por la poca trascendencia de Ortiz Rubio, nadie ha hecho caso y
es que lo que ahora cuento es parte de esa breve historia.
El 27 de noviembre de 1930,
todos los diarios nacionales informaban que el licenciado Carlos Trejo y Lerdo
de Tejada, subsecretario encargado del despacho de la Secretaría de Educación,
declaraba que el señor Presidente de la República, don Pascual Ortiz Rubio
había manifestado su aprobación a la orientación nacionalista que estaba dando
a la educación pública.
Trejo y Lerdo señaló textualmente: "ayer tuve el gusto de comer
con el señor presidente (Ortiz Rubio) y durante la comida, estuvimos acordando
y me dio la idea de substituir en las tradiciones extranjeras de Navidad —la
expresión que no es nuestra— cambiándola por algo esencialmente mexicano. En la
fiesta que la Secretaría de Educación celebrara el 23 de diciembre en el
Estadio Nacional, destinada precisamente para repartir ropa, dulces y juguetes
a los niños pobres —que serán alrededor de diez o quince mil— el símbolo será
Quetzalcóatl de nuestras divinidades indígenas, de nuestros apóstoles precursores
de la civilización cristiana. Con esto se persigue engendrar evolutivamente en
el origen del niño, amor por los símbolos, divinidades y tradiciones de nuestra
cultura y de nuestra raza: Quetzalcóatl sustituirá a los Santos Reyes, Santa
Claus y a Noel".
Por supuesto que no faltó quien
comenzara, de inmediato, a bromear en torno a esa gran idea de sustituir las
barbas de Santa Claus por las plumas de la serpiente. Alonso Taracena, recoge
un epigrama que dice:
La Familia Burrón, cada año, mostraba una portada con las aventuras de esta singular familia. Gabriel Vargas es uno de nuestros autores más geniales. Esta fue la portada de hace unos quince años. Felicidades a todo el mundo
Hace unos días me entrevistó uno de nuestros grandes cronistas: Humberto Ríos Navarrete, para Milenio Diario. Hoy domingo 17 de febrero de 2017, se publicó una de las más inteligentes entrevistas que me han hecho. Se las comparto.
EL HUMOR ES LO QUE SOMOS
El historiador Agustín Sánchez González, nacido hace 61 años, escudriña
diversos temas, como las tiras cómicas, las caricaturas y sus autores. Tanto,
que escribió un libro, entre más de 30, dedicado a Fidel Velázquez, extinto
líder longevo de la Confederación de Trabajadores de México, el personaje más
caricaturizado en la historia del país, y otro de Cri Cri, dos contextos que
reflejan, de acuerdo con su definición, tanto el malestar social por el abuso
de poder como la alegría por la vida. Este investigador, egresado de la
Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, hace una síntesis de lo que ha sido
ese estilete en manos de dibujantes que satirizan a personajes, sobre todo
públicos, o que reflejan periodos en trazos de plumas y pinceles, como
Guadalupe Posada o Gabriel Vargas, autor de La Familia Burrón, obra con la que
“empezó y terminó la época de oro del cómic nacional”, asegura en un ensayo publicado
en MILENIO.
“He optado por una historia —explica el investigador, entrevistado en
el Centro Histórico— que mira el mundo desde fuera de la academia”.
Y así es.
Sánchez González —“los dos apellidos, por favor”, pide con una sonrisa—
nació en Ciudad de México, desde la que disecciona esa ruta por lo que ha
transitado este país desde mediados del siglo XIX, según sus palabras, hasta el
nuevo milenio: humor, nota roja, política, comedia y tragicomedia —“o la
combinación de todo”— han dado como resultado varios libros “sobre la vida, la
muerte, la dicha, la desdicha, el humor, el amor, el horror”.
Fidel, una historia de poder, publicado en 1991, fue su tesis para obtener la
licenciatura como historiador. En el libro incluyó caricaturas del líder
cetemista, nacido en 1900 y fallecido en 1997, quien fue dirigente sindical
durante más de 40 años.
Años después escribió un libro de chistes de presidentes porque, dice,
“el humor nos puede hacer entender lo que somos: los mexicanos somos un pueblo
socarrón, un pueblo que ha sufrido mucho y que tiene el síndrome de Pedro
Infante”.
—¿Y ese cuál es?
—Cuando en la película A toda
máquina le dicen “¿le duele?”, él responde: “Solo cuando me río”. Y le dicen:
“Entonces le voy a contar más chistes para que le duela más”. El síndrome
mexicano es ese.
Por azares del destino, relata Sánchez González, hace 20 años llegó al
Instituto Nacional de Bellas Artes, pues lo invitaron a participar en un
proyecto, pero les dijo que no era historiador del arte; no obstante decidió
quedarse, pues le propusieron hacer el Diccionario biográfico ilustrado de la
caricatura en México, “que se ha convertido en un libro de culto”.
—Y a partir de ahí...
—Desde ahí empecé a tratar de
concebir cómo somos los mexicanos y la caricatura como un fenómeno
periodístico, estético, crítico, histórico y psicológico que nos permite
entender lo que somos.
—¿Y cómo somos?
—Según los caricaturistas, como Los agachados de Rius, somos
aplastados. o Los Supermachos: la historia de un pueblo que aguanta todo, una
sociedad que sigue sin liberarse, sin despertarse.
—¿Y siguen vigentes esos personajes?
—No tan radical, pues hemos
avanzado; aunque de alguna manera sigue siendo un país donde nos saquean y
explotan; no creo que estemos peor que hace muchos años, diría que estamos un
poco menos peor; lo que no tenemos es una sociedad donde los partidos abran
espacios a los ciudadanos; tenemos, sí, grupos de poder muy fuertes, tanto en
la izquierda como en la derecha. Entonces hay que romperlos.
El actual panorama de la caricatura, sin embargo, no lo convence. “Siguen
siendo importantes, aunque la mayoría es militante; es decir, son personajes
que hacen caricatura, pero son incapaces de criticar a sus líderes. Entonces,
en ese sentido, pierde la caricatura”.
No es como antes.
Ni como en tiempos de Juárez.
Eso dice.
La caricatura nace a la par del periodismo, dice Agustín Sánchez
González, y en México surge en El Iris, una “revista para señoritas”. “En esa
revista aparece la primera caricatura que se llama Tiranía: es un tirano aliado
con la Iglesia y el diablo, que es el poder en 1826...”.
Y alecciona: “La caricatura viene del latín caricare, de recargar, de pasarte, toda una trayectoria que va a
tener su etapa más luminosa en el juarismo, donde los grandes caricaturistas
juaristas hacen crítica implacable contra Juárez. La mejor caricatura es la del
siglo XX, porque son artistas que no lambisconean”.
—¿Juaristas contra Juárez?
—Sí, son fuertes contra Juárez a
pesar de ser juaristas. Igual sucede con la Revolución: son antimaderistas; de
hecho, buena parte de lo que explico es que la caída de Madero fue a partir de
la crítica que le hacen los caricaturistas. Entonces, como ves, he tratado de
entender la historia de México a través de la caricatura.
La Revolución
“institucionalizada”, además, es rota por la caricatura, por lo que hay una
gran represión, añade. “Poca gente sabe que en 1929, con el nacimiento del PRI,
y hasta el 68, prácticamente estaba prohibido hacer caricatura del Presidente.
Incluso de personajes tan feos como Díaz Ordaz, que es una caricatura en sí, no
hay caricatura”.
Y es cuando surge un grupo de
jóvenes encabezados por Naranjo, Helioflores y Rius, quienes hacen La
Garrapata, el azote de los bueyes, una revista que rompe con todo lo que había
atrás y abre un espacio que estará a la par de lo que será la democratización
mexicana.
“Recordarás que hasta los años 70 —añade el historiador— no había más
que cuatro partidos y todos eran el mismo, y en 76 es la gran crisis porque
solamente hay un candidato del PRI y tienen que abrir la Reforma Política.
Entonces en ese ámbito los caricaturistas son vitales, son muy importantes”.
—¿Y siguen siendo importantes o se diluyen con internet?
—La caricatura debe ser crítica
y autocrítica; lo que hacían los liberales del siglo XX, de criticar a Juárez,
es lo que tendrían que hacer todos. Uno de los grandes defectos de la izquierda
mexicana, y de la izquierda universal, fue nunca criticar a la Unión Soviética,
nunca criticar a Fidel Castro; eso se sigue reflejando hoy cuando debemos ser
más críticos...
Otros ejemplos de la época, asegura, son el muralista José Clemente
Orozco y el dibujante Ernesto García El Chango Cabral, quienes “hacen críticas
feroces” contra Madero. “Después hay un control”, dice, mientras recuerda lo
que descubrió cuando escribió Cien años de caricaturas:
“Prácticamente de 1930 al 50, todas las caricaturas son de sentido social,
y hay tres años donde no aparece nada, más que historietas, y la historieta es
otra cosa diferente”.
Hace treinta años falleció Enrique Jorrín, el genial músico, creador del cha-cha-chá. Entonces escribí este texto que valió la primera plana de la sección cultural de El Universal.
Uno de los lugares que con más
entusiasmo busqué desde la primera vez que estuve en La Habana fue la esquina
de Prado y Neptuno, en la Habana Vieja; ese lugar que Enrique Jorrín
inmortalizara al componer La engaña-dora, un cha cha cha que ha hecho bailar a
miles y miles de parejas desde hace ya más de treinta años. La chiquita que
estaba gordita, muy bien formadita y que a todos los hombres hacía suspirar,
hoy será una linda abuela cubana que seguramente entristeció el sábado pasado
cuando el maestro Jorrín dejara de existir, al morir antes de cumplir, el próximo
25 de diciembre, sesenta y dos años de edad.
Ya en 1954 uno de los más grandes
trovadores cubanos -Ñico Saquito- le había compuesto una canción que fue,
acaso, su primer homenaje: La botaste
Jorrín, cuyo estribillo se refería a la engañadora:
Mira esa mujercita, esa es la engañadora
la del danzón, tú la ves tan gordita
y a todo el que la mira le envuelve el corazón
esa es la engañadora
la de las almohaditas
la del danzón.
La botaste Jorrín con la engañadora
Cha-cha-chá muy cadencioso
Enrique Jorrín nació en la
provincia de Pinar del Río, en una pequeña ciudad llamada La Candelaria; su
orquesta la fundó en noviembre de 1953, tenía pues, treinta y cuatro años de
grandes éxitos. Un músico enteramente comprometido con su pueblo a quien le
siguió alegrando mientras luchaban por derrocar al dictador Batista y a quien
hizo bailar mientras celebraban el triunfo revolucionario. Jorrín, aparte de
ser un excelente músico, fue un hombre comprometido con su pueblo pues sabía
que ahí estaban sus raíces. El Cha-cha-chá es junto a la conga, la rumba, la
gua-racha y el mambo, uno de los cinco pilares sonoros de la música cubana. El
ritmo creado por Jorrín es una derivación del danzón; su nombre según explicaba
el maestro cubano, se debía a que los bailadores, al coger bien el compás,
producen un sonido que dice sha sha sha, pero como en nuestra lengua esa palabra
no existe, se le puso el nombre del cha-cha-chá...
Hoy miércoles 13 de diciembre, en el Museo del Estanquillo, se rinde un homenaje al más grande caricaturista mexicano vivo: Helioflores. Este es mi texto de hoy, en El Universal
“Toda la noche ha vomitado sin parar. La oscura habitación tiene un olor nauseabundo y asqueroso pues la diarrea no se detiene con el atole de arroz, ni con tés de menta o de ruda, ni con ningún otro remedio de las vecinas. A temprana hora Juan y Manuel han ido a buscar un doctor. De cualquier manera, los dos amigos de parranda saben que ya todo es inútil. Don Lupe se acaba”.
Así comienza La portentosa vida de José Guadalupe Posada escrito por Agustín Sánchez González. El libro narra en siete capítulos la historia del creador de una de las obras de arte más conocidas a nivel internacional y uno de los símbolos de identidad nacional más poderosos en México: la calavera “Catrina” o, su nombre original y no tan conocido, “Garbancera”.
Posada, nos cuenta Sánchez González, “durante cuarenta y dos años estuvo en la palestra. Participó como grabador, caricaturista, ilustrador de decenas de publicaciones y libros, imprimió miles de grabados, trabajó en cuando menos tres estados de la república mexicana y sin embargo [mientras estuvo vivo] nadie dijo nada sobre él o su obra”. Murió enfermo, solo, sumido en la pobreza y sus restos terminaron en la fosa común del Panteón de Dolores.
La biografía, que comienza con la muerte del grabador, nos lleva a lo largo de más de doscientas páginas y estampas a Aguascalientes, León y la Ciudad de México. Nos presenta entre muchos otros personajes a Ireneo Paz –sí, el abuelo de Octavio Paz–, editor de diversos impresos y uno de los grandes escritores liberales del siglo XIX, para quien Posada realizó un sinfín de trabajos; aparecen también otros editores de la época que emplearon habitualmente sus servicios como Francisco Montes de Oca, Antonio Vanegas Arroyo y Heriberto Frías.
Leemos y nos transportamos al México de finales del siglo XIX y principios del XX, una época en la que la imagen se anteponía a la palabra y la escritura; aproximadamente 80% de la población era analfabeta y Posada supo representar y comunicar a través de la estampa, publicada en hojas volantes y prensa impresa principalmente, los acontecimientos de la vida diaria así como las creencias y los miedos más profundos de los mexicanos. Nadie escribió en esa época sobre Posada, pero su obra circulaba “por todas las calles de la ciudad, en las iglesias, en las mesas para el juego, en las cartas de amor, en la vida de todos los mexicanos”.
La portentosa vida de José Guadalupe Posada incluye decenas de ilustraciones del propio Posada que no sólo complementan la narración pues muestran el ingenio, la riqueza y diversidad de su universo creativo, sus afamadas calaveras realmente son un porcentaje muy pequeño de su producción; incluye también las dos únicas fotografías que, hasta la fecha, se conocen de él.
Sánchez González afirma en su libro que Posada fue un “cronista excepcional que pintó la comedia humana, la tragicomedia mexicana de un siglo que terminaba y otro que nacía. Posada captó todas esas historias de la vida cotidiana: el silencio, la marginalidad, la tragedia, el dolor, la risa, la sorna, la carcajada, el miedo, el regocijo, el pecado, la magnificencia, la fe, la miseria, el llanto, el placer, la vida, la muerte, el blanco, lo negro, el pecado, el amor, lo mexicano”. Además recupera y cita algunas palabras de Jean Charlot, Luis Cardoza y Aragón, Hugo Hiriart, Thomas Gretton y Juan José Arreola, quien alguna vez escribió: “El arte de Posada consiste en que siempre se le pasa la mano, es el gran artista de la estética del disloque, las figuras están casi siempre dislocadas, sean calaveras o no, como los siete pecados contra un hombre solo”.
La publicación de este libro en formato electrónico pretende contribuir a la promoción internacional de la vida y obra de este humilde artesano. Hasta la fecha, no hay certeza de la cantidad de obras que produjo; algunos investigadores afirman que fueron miles pues a lo largo de más de cuatro décadas elaboró cientos de grabados y litografías para empresas comerciales y editoriales.
Agustín Sánchez González es autor de más de 30 libros. Se formó como historiador en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y ha optado por contar historias fuera de la academia. Ha escrito sobre la alegría por la vida, en una obra dedicada a Cri Cri; el uso y abuso del poder de personajes claves en la historia mexicana, como Fidel Velázquez o Álvaro Obregón o una forma diferente de interpretar la realidad, a través de artistas como Gabriel Vargas. Sus libros son un encuentro con la vida cotidiana y un ameno retrato de nuestro acontecer. Se especializa en la vida en México, el humor y la caricatura. Algunos de sus libros más recientes son: Los humoristas gráficos y el exilio en México, 100 años de caricatura de El Universaly Crímenes y horrores en el México del siglo XIX.
La portentosa vida de José Guadalupe Posada, de la editorial txto, puede ser adquirido en tiendas en línea como Amazon, iTunes, Kobo, Barnes & Noble, Gandhi y Porrúa, entre otras.
Esta es la portada de uno de los cuadernillos de la Biblioteca del Niño Mexicano, publicado en barcelona, en 1901, por Maucci Hermanos.
Fue escrito por Heriberto Frías y el dibujo lo hizo José Guadalupe Posada, representando el asesinato del diputado Juan de Dios Cañedo, un Jueves Santo de 1842.
Crimen en Jueves Santo
Mataron al Casado sin novia
Era la noche del Jueves Santo de 1850, cuando fue asesinado, de 31 puñaladas un viejo diputado, mientras realizaba sus oraciones en el Hotel La Gran Sociedad
Su nombre: Juan de Dios Cañedo, de profesión abogado y nacido en la ciudad de Guadalajara, el 18 de enero de 1786. Era un hombre prototipo de los políticos de la época: diputado en las Cortes Españolas, en 1813; más tarde, en 1824, fue partidario de Iturbide; después, exaltado republicano federalista, ocupando el puesto de ministro de Relaciones en el gobierno de Guadalupe Victoria; en el de Anastasio Bustamante ocupó el ministerio de Gobernación; fue representante de México en varios países.
Desde su juventud, se distinguió por su elocuencia y agresividad en la tribuna; había escrito varios libros: en 1808 publicó su Compendio de Historia de Roma; cinco años más tarde, la traducción delCompendio histórico de derecho romano desde Rómulo hasta nuestros días, entre otras obras.
Cañedo era famoso por haber recibido un poder de parte de Antonio López de Santa-Anna para contraer matrimonio, en su nombre, con la señorita Dolores Tosta, por lo que comenzaron a llamarle El Casado sin Novia, y Guillermo Prieto le apodó El Amante Prestado, título de una comedia que por entonces se presentaba en el Teatro Nacional.
Vivía solo en un cuarto del Hotel de La Gran Sociedad, ubicado en la esquina de las calles del Espíritu Santo y el Refugio, considerado como el primer alojamiento que llevó el nombre de hotel. En la parte baja, funcionaban un café y un concurrido restaurante, en los altos estaban las habitaciones para los huéspedes.
La noche que habría de morir, soplaban fuertes vientos huracanados y un gran frío, lo que provocó que decidiera no acudir a las ceremonias religiosas de Jueves Santo; desde su balcón estuvo observando la fervorosa participación de la ciudad entera en la ceremonia religiosa de ese día.
Las calles de la capital se encontraban vacías y en silencio; las puertas de los comercios permanecían cerradas, debido a la fecha. En las iglesias, en cambio, la gente se reunía fervorosamente y abarrotaba Catedral, La Profesa o San Francisco.
Esa noche, José María Avilés penetró en la habitación del diputado, quien se hallaba sentado en un sofá, siendo sorprendido por el criminal, a quien lanzó una escupidera, al tiempo que se levantaba de su asiento. Avilés le ordenó callar, pero Cañedo, por el contrario, lanzó gritos de auxilio, por lo que recibió una bofetada; el golpe no lo intimidó, por lo que el intruso sacó de sus ropas un puñal. Recibió 31 puñaladas.
Ante el derrumbe del viejo, tomó el reloj que el legislador llevaba en la bolsa, una capa, un paletó, una corbata y algunas camisas y salió presuroso, mezclándose entre la concurrencia que realizaba la visita de las Siete Casas.
La alfombra quedó empapada de sangre y las paredes se encontraban llenas de mil salpicaduras. A las diez y cuarto de la noche, regresó el sirviente José Guadalupe Coria; al entrar a la sala y mirar el cadáver cubierto de sangre, lanzó un grito aterrador y salió corriendo en busca de los guardias que pronto llegaron, en compañía del propio alcalde del cuartel, dada la personalidad e importancia política de la víctima.
La gente que salía de las iglesias empezó a congregarse en los alrededores del hotel, tras enterarse del horrible suceso, mientras el cuerpo del diputado era trasladado al Hospital de San Hipólito, donde se practicó la autopsia.
Lasespeculaciones en torno al atentado, no se hicieron esperar. El Siglo XIX señaló: "No puede caber duda que su intención fue quitarle completamente la vida, pues no contentándose con las primeras puñaladas, a pesar de que éstas hubieran bastado al efecto, le continuó dando otras nuevas, aún ya caído en el suelo... Esto a su vez parece indicar que ese malvado, aunque de corazón duro y cruelísimo, no es asesino de profesión... Hay grandes probabilidades de que el crimen fue cometido para robar, o bien alhajas y otros efectos de valor, o bien papeles interesantes, o bien todo a la vez".
El Monitor Republicano dijo estar "persuadido de que el asesino del señor Cañedo no fue ni ha podido ser obra de ningún partido. El bárbaro homicida no era ningún asesino propiamente dicho; es decir, no fue un ejecutor pagado, sino el mismo interesado en el crimen el que lo perpetró... el mismo que tenía interés en su muerte"....
La historia completa en Crímenes y horrores en la Ciudad de México en el siglo XIX, ediciones B.
Este diciembre, dentro de la excelente revista Relatos e historias en México, aparece el cartón del mes con una caricatura de uno de nuestros males: los políticos chaqueteros. Esas lacras que tenemos y que cambian de partido más fácil que cambiarse de calzones. Estos oportunistas que en cuanto no los ponen donde quieran o no los dejan hacer lo que les viene en gana, son capaces hasta de formar su propio partido. Una caricatura de un monero poco conocido: Mariano Martínez y que la puede ver en su revista mensual.
Una de las obras maestras de José Guadalupe Posada es el dibujo que ilustraba la hoja volante que contaba la historia de este feroz criminal que durante varios años voló y degolló mujeres en la ribera del Río del Consulado, por donde ahora es el circuito interior.
El multiasesino era descrito como "guapo, elegante, galán y pendenciero", vestía con "pantalón de casimir gris, chaqueta negra, sombrero ancho y zapatos negros. Gozaba de una colección de pantalones estrechísimos y por supuesto de chalecos, con agujetas y chaquetas charras, con vivos de cuero". En 1888 la lista de mujeres asesinadas por este criminal se acrecentó y sólo así se intensificó su busca y posterior castigo. La historia completa la puede leer en Crímenes y horrores en el siglo XIXI, publicado por ediciones B.
Uno de los temas más tristes de nuestra historia, que tiene que ver con la corrupción, fue el encuentro, en Bruselas, de la exhibición del cuerpo momificado de Fray Servando Teresa de Mier. El revolucionario independentista falleció el 3 de diciembre de 1827 y a sus funerales acudió una multitud a despedirlo. Quince años después abrió la capilla donde había sido enterrado, en la Iglesia de Santo Domingo, y sus restos estaban momificados. Durante varios años se mantuvieron en exhibición hasta que desaparecieron misteriosamente y, años después, aparecieron en Bélgica.
La historia completa la pueden leer en mi libro Crímenes y horrores en el México del Siglo XIX, publicado por ediciones B.
En junio de 1995, probablemente, publiqué una crítica a los libros chatarra, en la sección cultural del periódico El Financiero, que dirigía Víctor Roura, uno de los grandes periodista culturales de nuestro país. Fue una pequeña sección llamada Esto es México. ESTO ES MÉXICO
Pazos por liebre
AGUSTÍN Sánchez González
La invención del artista es práctica cotidiana del espectáculo propagado por el
canal de las barras y las estrellas (y del desagüe).
Las estrellitas
televisivas, son como pompas de jabón que duran apenas un suspiro.
A raíz de que nuestro
país se convirtiera en una estrella más del mundo de la nota roja, también han
comenzado a propagarse, como hongos tras la lluvia, los investigadores del
texto instantáneo, tan falso como el café ídem. Autores que cumplen una función
semejante. La moda del libro rápido se ha impuesto ya en nuestro país.
"Sensacional,
cuando salió en la madrugada, a medio día, ya noticia confirmada, y en la
tarde, materia olvidada". La canción de Héctor Lavoe: Periódico de ayer.
Libros sobre la
guerrilla en Chiapas, el asesinato del Cardenal Posadas, Luis Donaldo Colosio o
Ruiz Massieu, se han propagado por decenas.
La cosa es bien
sencilla. Se toman los periódicos y revistas del momento y comienza un trabajo
de tijeras y engrudo o, de acuerdo con la preposmodernidad, de pritt con
cutter. "¿Y para qué leer un periódico de ayer?"
Una breve revisión de
los libros publicados en los dos últimos años, muestran más de veinte títulos,
muchos reeditados y otros grandes fracasos, con temas "de
actualidad", que todo el mundo conoce: Chiapas, Colosio, Ruiz Massieu, el
gabinete y los cien días del doctor, etcétera, etcétera.
Cualquier chisme grueso
de la política mexicana es un buen pretexto para publicar un libro y ganar
buenos centavos.
Pero como las
estrellitas de televisión, duran lo que un kleenex y se sostienen tanto como
cuando uno lanza al aire un pañuelo de estos.
Y sin embargo, son
textos que se venden por millares, lo cual no deja de ser un fenómeno
interesante que muestra la avidez de la gente por saber qué es lo que sucedió.
Por ello, viene la frustración. Estos libros, por lo general, no suelen decir
más cosas de lo que ya se ha publicado en los diarios. A veces, inclusive, los
reportajes, --como los de José Reveles, Jaime Avilés o Ignacio Rodríguez
Reyna-- dicen muchas cosas más que las publicaciones escritas desde la
comodidad del hogar, el estudio acondicionado o con la ayuda de la secretaria.
"Un periódico de
ayer que nadie procura ya leer. Fue titular que alcanzó página entera. Por eso
ya, te conocen donde quiera".
Son libros que dan gato por
liebre. Mientras Jaime Avilés anduvo en la selva día y noche, Luis Pazos
publicó, a menos de un mes después que comenzara la guerrilla chiapaneca, un
libro bastante tendencioso y poco serio.
Pero ya no es novedad
que nos den Pazos por liebre. Hace días, este señor, mostró una tramposa
encuesta, al más puro estilo nacional, como aquella que preguntaba: ¿qué
prefiere: los charros cantores o los charros actores?
Son libros engañosos,
endebles, poco serios. La historia light que recuerda que la confusión es lo
mejor para que nadie entienda.
Publicaciones que se
caen de las manos de inmediato, cuya vigencia es tan corta como un comercial de
la tele.
Esto es México, con
artistas chatarra, propios de una sociedad que vive del engaño y la
manipulación: la gente que quiere saber y se le engaña con frases de venta de
fraccionamiento: "Por el bienestar de tu familia".
La industria light.
Los libros para olvidar,
más que para recordar.
Por eso Héctor Lavoe
tiene razón cuando canta: "Tu nombre ha sido un recorte que guardé y en el
álbum del olvido lo dejé".
Este fin de semana se cumple el centenario del nacimiento de Pedro Infante, fallecido en un accidente aéreo en abril de 1957. Este es un acercamiento a lo que significó este ídolo de la música y el cine. Su sepelio fue el primer gran evento que la televisión transmitió en vivo desde la calle, en el que coincidieron la muchedumbre y las estrellas de cine para despedir a este ícono de la cultura popular
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POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
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Dicen, desde hace seis décadas, que Pedro Infante no ha muerto. Lo dicen con razón y con justicia. Dicen, pero lo afirman con certeza, que anduvo (o anda) cantando por diversos lugares de la ciudad y del país. Era el panadero de antaño que cargaba en su cabeza un canasto de bolillos; el preso acusado injustamente, el enamorado con voz cantadita como ñerito de los cincuenta, el indito estereotipado, el hijo sumiso de su padre y abnegado de su madre, el padre que sufre por su hijo muerto, el rico hacendado que se hace pasar por pobre, el héroe-boxeador, el nieto huérfano que muere por su abuela, el hombre que camina por cualquier calle de la ciudad de México.
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Puede ser una falsedad, lo es y no,
pero lo cierto es que nuestro Pedro Infante Cruz, el ídolo que nació en Mazatlán, Sinaloa, hace cien años, sigue tan vivo que se ha creado una industria en torno suyo y hasta una suerte de ideología: el infantilismo.
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No sin razón, el epigramista Quid escribió en el desaparecido periódico Atisbos, al día siguiente de sus exequias:
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Hubo lágrimas e insultos, hubo heridos y golpeados, empeñones y tumultos y un montón de desmayados En el duelo singular Mostró con su paroxismo que el pueblo padece un mal, que se llama “infantilismo”
La muerte del actor fue un acontecimiento que marcó al país. En la imagen, admiradoras de este ídolo popular lo lloran durante su sepelio. / Archivo EL UNIVERSAL
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Y si vivo cien años, cien años pienso en ti
1917, año del nacimiento de Pedro Infante y 1957, el fatídico en que murió, estuvieron marcados por claroscuros. En 1917 nació un nuevo país. Apenas el 5 de febrero anterior se había promulgado la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que contenía una serie de derechos sociales y se convirtió en una de las más avanzadas del mundo.
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Pero también un nuevo mundo nacía: diez días antes, Lenin había iniciado un gran movimiento, la revolución rusa, que sería el sueño de mucha gente, durante décadas, en la utopía de un mundo mejor.
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En contraposición, en 1957 cuando muere Pedro, se mantuvo un sino de tragedia en nuestro país: el 16 de abril, falleció Pedro Infante, lo que constituyó una gran tragedia; después, el 28 de julio un terremoto sacudió a la ciudad de México, derrumbando uno de sus íconos: el Ángel de la Independencia; como si ello no bastara, el 6 de noviembre, Raúl El Ratón Macías cayó derrotado, y perdió el campeonato mundial de peso gallo, a manos del argelino Alphonse Halimi, un hecho que constituyó una depresión nacional.
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Así, Sinaloa, en el noroeste mexicano vio nacer a Pedro, mientras que en Yucatán, en el sureste, concluyó una vida que, a la postre, se convertiría en eterna.
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Hitos que marcaron la vida y muerte de un hombre que forma parte del panteón de los ídolos nacionales. Momentos simbólicos que marcaron a un país, de frontera a frontera.
La prensa captó al pueblo y a las estrellas de cine en la emotiva despedida al actor y cantante. En la imagen, el comediante Mario Moreno Cantinflas. / Archivo EL UNIVERSAL
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Del charro cantor, al catrín de la ciudad
Como los héroes, murió en plenitud, justo en la Semana Santa de hace medio siglo, a pocos meses de cumplir cuarenta años.
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¿Qué es lo que lo transforma en héroe o en mito o en leyenda o en todo?
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Una de ellas es la lectura sobre el actor, el personaje, que transita del campo a la ciudad; Pedro Infante es un poco ese provinciano que representa en la cinta También de dolor se canta, donde un tímido profesor de provincia se transforma cada vez que mira a un hada.
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Hay muchas razones para creerlo. Estas son algunas:
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La querencia de tener entre nosotros a un hombre cuyo trabajo primigenio sea la carpintería, coincidiendo con la antigua profesión de quien vino al mundo a salvarnos, según la fe y que, además, muere en Semana Santa; el personaje que puede ser bueno, malo y normal, como su triple personaje de Los tres huastecos; el rico que es infeliz en contraposición del pobre al que le sobra felicidad: Nosotros los pobres; el indígena Tizoc que se enamora de una mujer con rostro virginal; el Edipo desarrollado en Los tres García; el padre que llora la muerte de su infante (una de las grandes actuaciones del cine mexicano, por cierto); el hombre que besa a las mujeres más hermosas y sensuales de México: Silvia Pinal, Rosita Quintana, Rosita Arenas, Miroslava…
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En catorce años, es decir, entre 1942 y 1956, Pedro Infante realiza cincuenta y cinco películas que marcarán un hito, como ningún otro personaje, en la vida cultural mexicana. Tal vez por eso, nada representa mejor un grito de grilla contemporánea, expresado en un hashtag, para leerlo con ojos de hoy, que decir #todossomospedroinfante.
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Sólo por decir.
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Al aire lo que cayó del aire
Pedro Infante es una quimera, el ser que todos queremos ser.
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Si en su época se convirtió en un fenómeno, sesenta años después de su muerte sigue teniendo una presencia fundamental en la vida mexicana. La mejor muestra es que la televisión continúa transmitiendo sus películas, muchas veces para competir con eventos de primer orden transmitidos por otro canal. Nosotros los Pobres es una de las cintas que más veces se ha transmitido en la historia de la televisión mundial.
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Sus exequias fueron una de las primeras transmisiones de la TV mexicana que se hicieron en vivo y en la calle: Telesistema Mexicano colocó varias cámaras en sitios estratégicos del Teatro Jorge Negrete y en el Panteón Jardín, desde donde registraron los pormenores del duelo popular dedicado a un actor que sólo un par de veces había trabajado en ese novedoso medio de comunicación.
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La transmisión dio inicio en el edificio de la ANDA, con la voz de tres destacados comentaristas: Gonzalo Castellot, Pedro Ferriz y Salvador Vázquez. Las cámaras, instaladas encima de una camioneta, transmitieron en vivo y a control remoto, por primera vez en la historia de México, un acto de esta naturaleza; captaron los gestos y la tristeza del pueblo que acudió a despedir a su ídolo. Miles de rostros con rictus de dolor se confundieron con las grandes estrellas de cine vestidas de luto y con gafas oscuras.
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Otro fenómeno ocurrió durante la transmisión del programa El Club del hogar, conducido por Daniel Pérez Arcaraz: no faltó quien por haber encendido su aparato tardíamente, pensara que su televisor se había descompuesto al no escucharse ruido alguno, pues en el curso del programa se guardó un minuto de silencio en memoria de Pedro Infante.
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El periódico Cine Mundial publicó, en la edición del 18 de abril de 1957, una nota que refleja el nuevo fenómeno de comunicación masiva: “Cuando comenzaron los controles remotos reseñando el éxodo del cadáver de Pedro por las calles, la salida de la capilla ardiente, las manifestaciones populares en torno al cortejo fúnebre, la televisión mexicana se convirtió en un especial Vía Crucis. Era un Vía Crucis muy particular. Había dos pueblos: el que estaba presente a cielo limpio, bajo el sol de aquel día abrileño, el que acompañaba los restos del sinaloense hacia su última morada, hacia el panteón Jardín. Y el otro cortejo: un cortejo inmóvil, innominado, inclasificable, el cortejo que seguía el acontecimiento tristísimo del entierro de aquel querido artista desde los propios hogares, ante la pantalla electrónica. Sobre el cuadro de cada receptor, surgían las notas emocionantes de toda aquella caravana de muerte, caravana de dolor…”
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La muerte de Pedro Infante mostró un nuevo perfil dentro de la información a través de la televisión, así se sumaba ese novedoso medio de comunicación al duelo nacional.
Javier Solís, El Rey del Bolero Ranchero, cantó en el sepelio de Pedro Infante / Archivo EL UNIVERSAL
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Gitana tenías que ser
De todas las historia de la historia de Pedro, siempre recuerdo un largo capítulo de un libro inédito que escribí donde narro sesenta notas sobre su muerte. Tal parece que vivía obsesionado por ella. A lo largo de una serie de entrevistas, entresaqué historias como la de la gitana que le dijo, en Saltillo: “Naciste en una carpintería y vas a morir en otra” (el avión cayó en una carpintería, en Mérida).
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También, leyó un horóscopo que decía: “Escorpión: tenga cuidarlo con el Fuego. Puede ocasionarle la muerte”.
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El día que murió, volaría por Mexicana de Aviación, pero ante el escándalo por su divorcio, decidió regresar en vuelo privado, el vuelo de la fatalidad; mismo en el que, por cierto, sustituyó a otro piloto que salvó de perecer.
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También ese día su madre, doña Delfina, despertó angustiada y, casi a la misma hora que caía el avión, ella se confesaba en la iglesia de San Cayetano, en Lindavista.
Pedro Infante recibiendo servicios médicos luego de su primer accidente aéreo en Zitácuaro, Michoacán, el 23 de mayo de 1949. / Archivo EL UNIVERSAL
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Los dos nacimientos de Pedrito
Junto al azul del mar del Océano Pacifico, doña Refugio Cruz pasó todo el día 17 esperando el alumbramiento. Fue hasta las 2:30 de la madrugada del 18 de noviembre cuando apareció el bebé que conmocionaría a México, en el Puerto de Mazatlán, cerca del Paseo Olas Altas.
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Pedro nació a la orilla del mar, de un azul en el que solía mirar como en el horizonte se confundía el mar con el cielo, aquel espacio en lontananza que disfrutaba como nadie: “Es que allá arriba nadie me reconoce, me siento libre y muy a gusto. Es que tú no sabes, no te imaginas la sensación que se vive allá arriba. ¡Todo es tan bonito, tan tranquilo y además, me siento más cerca de Dios!”
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En otro azul, montado en un avión marca “Consolideted Vultee”, B24J, con matrícula XA-KUN, cerca del cielo donde mora el Dios que le inculcaron y que veneró, Pedro Infante sufrió el accidente que lo condujo a la muerte cuando apenas tenía 39 años. Ese accidente, cuyas exequias provocaron la conmoción nacional, paradójicamente sería el punto de partida del otro nacimiento, el del ídolo que vive, como decían los periódicos populares, en el corazón de todos los mexicanos.
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Un siglo después, Pedro Infante ha creado una suerte de religión que bien podría ser llamado infantilismo y que nos hace soñar, creer y vivir en un personaje eterno.