martes, 27 de diciembre de 2011

Fue Fernández de Lizardi una conciencia crítica contra el gobierno

Notimex Notimex mar 27 dic 2011 17:50

México, 27 Dic. (Notimex).- El escritor mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), a la par que se desarrollaba la guerra política y militar contra la monarquía española, fungía como una conciencia crítica contra el gobierno, la iglesia y los prejuicios que arrastraba desde hace siglos la sociedad colonial (1521-1821), pero sus ideas renovadoras lo llevaron a la prisión.

"Escritor y periodista, su vida y obra revelan a un gran educador que sentó las bases de nuestra independencia cultural".

Lo anterior está contenido en un artículo que escribió el historiador mexicano Agustín Sánchez González, y que dio a conocer la publicación "Relatos e historias en México", en su número correspondiente a diciembre de 2011.

El autor agregó que Fernández de Lizardi, apodado "El Pensador Mexicano", fue un adelantado de su tiempo, capaz de hacer muchas propuestas que, a casi 200 años de haberlas escrito, siguen esperando una respuesta.

Añadió que son muy pocos los autores que, como él, han expresado tan claramente el momento histórico que les tocó vivir.

La repercusión del momento político de ruptura con el orden colonial tomó cuerpo y forma en los pensadores americanos y uno de ellos fue Fernández de Lizardi, quien emprendió una misión ejemplar a través del trabajo intelectual que desarolló, comentó Sánchez.

"Yo soy un escritor y tengo alacena de papeles y, por lo mismo, cuando se verifican las propias ventas, lo debo resentir primero y con doble motivo, pero estamos en el caso de ser útiles a nuestros semejantes, prefiriendo el bien público al privado", escribió.

"La delaración de independencia, encabezada por don Miguel Hidalgo, llamado El Padre de la Patria, vino aparejada con la declaración de independencia cultural de Fernández de Lizardi", puntualizó el autor.

Según Sánchez González, la historia de la literatura mexicana comienza con dicho escritor.

Asmismo recordó que el polígrafo y exsecretario de Educación Pública, Agustín Yánez, señaló que la obra de Lizardi justifica y condiciona la existencia de las letras mexicanas.

Añadió que Fernández de Lizardi fue un escritor infatigable, autor de una enorme producción en los campos del periodismo, el ensayo, la fábula, la dramaturgia y la novela.

Expresó que es de vital importancia recobrar todo su trabajo como educador, periodista y crítico social.

Su fama como novelista está plenamente justificada , al ser autor de la obra que ha quedado registrada, en la historia literaria de América, como la primera novela que se escribió en estas tierras.

Como escritor, Fernández de Lizardi hizo una defensa apasionada de la libertad de imprenta, criticó a la Iglesia Católica, censuró abiertamente al gobierno colonial, se convirtió en defensor de los indios, de los negros y de todos los desheredados y atacó los prejuicios sociales en torno a los trabajadores.

Estuvo en la cárcel por sus críticas al gobierno, en 1822 fue excomulgado por la Iglesia Católica, debido a su defensa de la masonería.

El éxito del Pensador Mexicano radica en que su obra muestra una buena cantidad de escenas pintorescas, populares, con estampas de la cotidianidad, cuyos protagonistas son los habitantes de este país, y que presenta un fascinante cuadro de la Ciudad de México en plena época de la crisis colonial.

Por ello, es importante valorar la obra completa de Lizardi, pues si bien "El Periquillo Sarniento" tiene gran importancia, con el resto de sus creaciones contribuyó al proceso de la independencia cultural, en la que habrían de sentarse las bases de la cultura mexicana.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Origen de La Catrina fue en 1913: Agustín Sánchez

26 Diciembre, 2011 - 17:17Credito:Notimex
Hasta ahora la primera referencia que se tiene del grabado realizado por José Guadalupe Posada de La Catrina data de 1913, publicado en una hoja volante por la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, bajo el nombre de La Calavera Garbancera, aclaró el historiador y periodista Agustín Sánchez González.

Luego de que la titular del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) anunciara, hace unos días, un homenaje a La Catrina para el próximo año, Sánchez González dijo que éste debería ser hasta el 2013 cuando se cumplen 100 años de la primera publicación del famoso personaje.

En entrevista, el especialista en la vida y obra de Posada aseguró que La Catrina es una invención del muralista mexicano Diego Rivera (1886-1957), pues fue él quien le dio cuerpo en 1946, cuando pintó “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, en el entonces recién construido Hotel del Prado de la ciudad de México.

“La primera referencia que se tiene del famoso personaje es la publicada en 1913. Según Rafael Barajas El Fisgón existen anteriores, pero no lo ha demostrado, lo cierto es que nadie ha encontrado catrinas anteriores a 1913”, comentó.

Es muy probable que se haya dibujado en 1912, abundó, pero no hay nada que lo pueda confirmar.

Sánchez González aseveró que la imagen que todo mundo conoce hasta hoy es la publicada en una volante en donde aparece ese personaje con sombrero y que Arroyo llamó La Calavera Garbancera.

El investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del INBA aclaró que no se sabe el año en que La Catrina fue dibujada, lo cierto es que se le conoce en 1913, año en que muere Posada.

Sin definir

Recordó que en 1930 cuando se hizo una selección de grabados de Posada, y se incluyó la imagen que se publicó en el libro Monografía: las obras de José Guadalupe Posada, grabador mexicano.

Explicó que en dicho texto tuvo como editores a Francés Toor, Paul O’Higgins y Blas Vanegas y fue O’Higgins quien hizo la selección de los grabados para el libro, pero fue Rivera quien la hizo famosa al bautizarla en 1930 y ponerle cuerpo en el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”.

Agustín Sánchez lamentó el que a la fecha no se revise a fondo el trabajo de quien es considerado precursor del movimiento nacionalista en las artes plásticas.

“En gran medida mi investigación ha demostrado que Posada fue un gran autor, pero que quede claro que él no creó el fenómeno de las Catrinas”, manifestó.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Libro reúne 200 años de caricatura en México

El UniversalSeccionesCultura
Libro reúne 200 años de caricatura en México
Esther Acevedo y Agustín Sánchez González ofrecen un panorama de la situación de la caricatura en el país

Trabajo. Agustín Sánchez González es especialista en caricatura (Foto: MÉXICO |






Los últimos 200 años de humor gráfico mexicano, con sus hitos históricos, los periódicos que han sido emblemáticos, como la Revolución, o los cronistas más destacados, hasta llegar a la actualidad, se compilan en el libro 'La historia de la caricatura en México'.


Se trata de un trabajo de los mexicanos Esther Acevedo Valdés y Agustín Sánchez González, dos de los más importantes investigadores de la caricatura en México, quienes en más de 220 páginas ofrecen un panorama de la situación de la caricatura en el país.


La obra que se presentará en febrero próximo, en el marco de las actividades de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería (FILPM) , es patrocinado por la Universidad de Alcalá de Henares y publicado por la editorial Milenio.


El 'objetivo es conocer la historia de la caricatura en México, pues no se conoce, no existe libro serio y documentado sobre esto, los únicos que existían son los de Eduardo del Río 'Ruis', pero son bastante flojos y hechos más con el hígado que con una investigación seria', explicó en entrevista Sánchez González.


En el texto, ambos investigadores, llevan a cabo toda una labor de seguimiento y elogio de los caricaturistas mexicanos, capaces de relatar el sentir diario de la realidad de manera objetiva y muy digna.


La obra esta divida en dos partes: 'Entre la risa y la rebelión. La caricatura en México', realizada por Acevedo; y la segunda está titulada 'Los últimos 100 años de humor grafico en México 1900-2000', a cargo de Sánchez González.


'Esther hace desde los orígenes, toda la parte del siglo XIX, hasta el Porfiriato; luego yo retomo esa parte, retomo a Guadalupe Posada como un puente entre el Porfiriato hasta nuestros días', señaló el también Primer Lugar en Investigación por el Instituto Nacional de Bellas Artes en 2008.


En el caso de Esther Acevedo, abundó, se encuentra un capítulo dedicado a 'La Orquesta', que es uno de los periódicos emblemáticos del siglo XIX, donde publica el llamado 'Padre de la Caricatura': Constantino Escalante, junto con 'El hijo del Ahuizote', que es uno de los más importantes y míticos diarios que existen.


'La caricatura es un resumen de nuestro tiempo y, aunque se construye a diario, habla del hoy y por lo mismo es un punto de partida para estudios de otra índole. Cada imagen es testimonio de un momento específico.


'Es una propuesta, una opinión, una reflexión y un análisis de lo que acontece desde la perspectiva personal del autor, en la que inserta la historia personal y la mundial', expresan los autores en esta obra.


José Guadalupe Posada, José María Villasana, Constantino Escalante, Manuel Manilla, Gabriel Vargas, Gabriel Vicente Gahona "Picheta" , Alejandro Casarín, Jesús T. Alamilla, Daniel Cabrera "Fígaro" , Jesús Martínez Carrión y Alvaro Pruneda son algunos de los cartonistas que aparecen en esta obra apoyada con material gráfico.

jueves, 1 de diciembre de 2011

HISTORIA DE LA CARICATURA EN MEXICO

Historia de la caricatura en México


Esther Acevedo Valdés y Agustín Sánchez González


Una de las mejores formas para conocer la historia de un país como México es, sin duda, la caricatura, que aunque a veces pueda no parecerlo es un tema muy serio. Este libro recoge los últimos doscientos años de humor gráfico mexicano, con sus hitos históricos, los periódicos que han sido emblemáticos, las épocas de revolución o los cronistas más destacados, hasta llegar a la situación actual. Toda una labor de seguimiento y elogio de los caricaturistas mexicanos, capaces de relatar el sentir diario de la realidad de manera objetiva y muy digna. En palabras de los autores, “la caricatura es un resumen de nuestro tiempo y, aunque se construye a diario, habla del hoy y por lo mismo es un punto de partida para estudios de otra índole. Cada imagen es testimonio de un momento específico; es una propuesta, una opinión, una reflexión y un análisis de lo que acontece desde la perspectiva personal del autor en la que inserta la historia personal y la mundial”.

Esther Acevedo Valdés (Ciudad de México, 1944). Doctora en historia del arte por la Universidad Nacional Autónoma de México. Es investigadora de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, al mismo tiempo que miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Además, ha sido curadora de gran cantidad de exposiciones y ha ejercido cargos de relevancia en distintas instituciones, como el Instituto Cultural Mexicano en Washington. además de su trabajo, es colaboradora habitual de periódicos y revistas y participa activamente en actividades y conferencias.

Agustín Sánchez González (Ciudad de México, 1956). Escritor e historiador mexicano, investigador del Instituto Nacional de Bellas Artes, es licenciado en historia por la UNAM. Es conocido por sus libros, en los que mezcla historia y periodismo, con una gran capacidad para el detalle y la anécdota. Además, es un especialista en el desarrollo de la caricatura mexicana, campo en el que ha publicado el celebrado Diccionario biográfico ilustrado de la caricatura mexicana. Su obra ha sido compilada en varias antologías literarias y ha recibido diversos reconocimientos por su trabajo literario y de investigación, como el segundo lugar del Premio de Crónica Bernal Díaz del Castillo en 2002 y en 2008 fue premiado con el primer lugar en investigación por el Instituto Nacional de Bellas Artes.



miércoles, 2 de noviembre de 2011

Pretende Agustín Sánchez romper con el mito que pesa sobre José Guadalupe Posada

Ignorado en vida, mito de muerto, lo cierto es que sobre José Guadalupe Posada se conoce a la fecha muy poco. Y no porque no exista material de consulta; lo hay, y a montones. Lo malo es que todo versa sobre lo mismo y parte considerable de él se sustenta en información trastocada o falseada.

Eso es lo que pone sobre la palestra el historiador Agustín Sánchez González, identificado por su trabajo en el estudio de la caricatura mexicana, quien, como parte de tal línea, se dio a la tarea de escarbar y profundizar en la historia de ese virtuoso dibujante y grabador.

Producto de ello, con más de 10 años detrás de sí, se desprende el libro Posada (Planeta), el cual fue presentado el martes pasado en el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas.

Éste es el segundo volumen que Agustín Sánchez realiza sobre dicho artista. Su factura responde de hecho a la “serie de fallas y contradicciones” que presentaba el anterior, Posada, un artista en blanco y negro, reconoce el autor.

La creación del mito en torno a Posada se debe a Diego Rivera y Leopoldo Méndez. El primero, al compararlo con Goya y situarlo como un artista representativo de lo mexicano, en su condición de creador del personaje de La Catrina. El segundo, al plasmarlo en un mural al lado de los hermanos Flores Magón y así ubicarlo como un gestor de la Revolución de 1910.

A partir de ello comenzó a edificarse una gran paradoja en torno de su vida y obra, considera el investigador, porque se habla mucho de él, pero nadie se ha interesado en saber más allá del creador de calaveras o el trabajador de la imprenta de Vanegas Arroyo, como si lo dicho por Rivera y lo pintado por Méndez fuera verdad de fe.

Se desconoce, por ejemplo, la triste circunstancia de su muerte: solo y a causa del alcoholismo, así como que sus restos fueron a parar a la fosa común. También, que su llegada a la ciudad de México se debió a invitación de Irineo Paz –abuelo de Octavio Paz–, con quien trabajó de ilustrador, lo mismo que hizo para la editorial de un hijo de éste, Arturo.

Entre las mentiras que prevalecen, por otra parte, se encuentra la que ubicaba a Posada como empleado exclusivo de la imprenta de Vanegas Arroyo, cuando en realidad “era una especie de freelance que trabajó en alrededor de casi 40 periódicos”.

Información como ésa es en la que ahonda Agustín Sánchez: “La historia de la caricatura, y con ella la de José Guadalupe Posada, está en pañales (...) Este libro es una nueva lectura de este autor, una apología si se quiere, pero está escrito desde la idea del Posada múltiple, la de un autor por ser descubierto”.

Así, el historiador cuenta cómo éste salió de su natal Aguascalientes para irse a León, donde trabajó de maestro de litografía en una preparatoria, y también en el ámbito comercial, haciendo grabados para cigarreras, cerilleras y estampas; luego, su llegada a la ciudad de México, los diversos domicilios en los que habitó, su afición por el alcohol, la precariedad de su situación económica, la muerte de su hijo, Juan Sabino, a los 17 años; su trabajo de caricaturista de personajes literarios de la época o realizando carteles para espectáculos públicos, capítulos estos dos últimos un tanto olvidados.

Lo ubica, en lo artístico, como precursor del surrealismo y el cubismo, aunque aclara que “Posada nunca se la creyó, no se sentía artista. Mucho del dinero se le iba en el alcohol y la mota. Quizá las figuras fantásticas que dibujó en sus historias las hizo bajo el influjo de esas sustancias”.

Otro aspecto que emerge a la luz pública en el libro es “la infancia tan cruda y terrible que tuvo el grabador”, rodeada por la muerte por todos lados, desde el hecho de que su casa estuviera ubicada cerca de un cementerio hasta que le tocara atestiguar una gran peste que acabó con un alto porcentaje de la población, así como los enfrentamientos y fusilamientos inherentes al momento histórico y político de su época.

De hecho, Agustín Sánchez sostiene la hipótesis de que el origen de las famosas calaveras que han hecho célebre a escala mundial al grabador está relacionado más con ese aspecto de su biografía que con el mundo prehispánico, como se asegura, y acota que el primer dibujo con esa referencia se remonta a cuando tenía 19 años.

Sin tapujos, el especialista asume que la hechura de este volumen busca romper con el mito que pesa sobre el grabador:

“El país necesita abrirse a muchos espacios, necesita quitarse muchos dogmas, sobre todo los que creó el nacionalismo revolucionario. Posada es un hombre que dará más entre más lo abran.

“Hay que cuestionar y hacer preguntas en torno de este personaje. Preguntarse, por ejemplo, por qué nunca se autorretrató. Hay que romper el mito, pues, pero no descalificándolo. Hay que romperlo en su grandeza, no en su miseria.”

Y en ese sentido, subraya el creciente número de investigaciones y libros que comienzan a publicarse en torno de la vida y la obra de José Guadalupe Posada, entre ellos uno que dará a conocer en breve Rafael Barajas El Fisgón, en el que lo sitúa como porfirista.

“Hay un boom. Hace tiempo dije –un tanto en son de broma– que, visto el declive de la fridomanía, ahora viene la posadomanía.”

POsada: una historia por escribirse y por descubrirse

Apenas se escribe José Guadalupe Posada en el buscador de Google, aparecen 231 mil resultados. Desde la falaz Wilkipedia, a quien todo el mundo mete mano para escribir lo que le viene en gana, hasta jóvenes que hacen su tarea.

Mentiras y mitos son el resultado de la web, pero ha sido también el producto de una historia adaptada a los tiempos de nuestra historia.

Posada está por descubrirse. Es curioso señalar que nunca dio una entrevista a nadie, ni se conocen comentarios; sólo existen dos fotografías, pero no se ha localizado ningún autorretrato; hay apenas tres notas de la prensa de su época que hablan de él. Su familia era un enigma, apenas recientemente descubrí el nombre de su hijo. Posada es un rompecabezas y apenas se están encontrando las piezas y, sin embargo, ningún artista mexicano es tan conocido en el mundo por el símbolo de la muerte, por un icono a quien se le llama "La Catrina".




Por otra parte, Posada ha sido elogiado por su presencia en la revolución. Decenas, quizá cientos de notas nos refieren a un hombre vinculado a los hermanos Flores Magón y al periódico El Ahuizote. No han faltado las personas que repiten mentiras como las de que Posada fue un radical y que estuvo preso por sus ideas. Posada es un mito, un invento necesario para una revolución que requería de héroes culturales.


Nació en Aguascalientes en 1852 y murió en la ciudad de México, en una vecindad de Tepito, en 1913. Fue un artista autodidacta que ayudaba a su hermano Cirilo, profesor de escuela, a entretener a sus alumnos haciendo dibujos.

Desde sus primeras obras profesionales que se conservan, a los 19 años, Posada retrató la muerte en el periódico El Jicote. Este tema, le obsesionó toda su vida.



No era gratuito, de niño le tocó mirar una epidemia de cólera que generó más de diez muertes; también le tocó ver el asalto a su ciudad, por parte de los bandidos que asolaban e incendiaban Aguascalientes; miró decenas de fusilamientos y de cadáveres apilados muy cerca de su casa.

Posada creció con la muerte y tal vez por ello, se obsesionó con las imágenes que, si bien es cierto que son las menos, son las más reconocidas, como la llamada Catrina, bautizada por Diego Rivera (y quien le puso el cuerpo), pero que en realidad se llama la Calavera garbancera, que es una crítica a las indígenas que querían ser como españolas y comer garbanzo en lugar de maíz. Posada empezó a trabajar en Aguascalientes, después de marchó a León donde hizo trabajos comerciales, ilustró varios libros, realizó estampas religiosas y fue profesor de litografía en la Escuela de Instrucción Secundaria.


Después se marchó a la ciudad de México invitado por Ireneo Paz, el abuelo del poeta Octavio Paz; colaboró en más de 70 periódicos, la mayoría desconocidos para el gran público, e ilustró ciento de hojas volantes.

Uno de sus grandes aportaciones a nuestra cultura fue ilustrar las portadas de la Biblioteca del Niño Mexicano, considerada la primera historia escrita para niños por Heriberto Frías y que se imprimió en Barcelona.

Su trabajo más conocido ocurrió en taller de Antonio Vanegas Arroyo, pero trabajó en muchos más. Lo que hizo con Vanegas es la obra más conocida de Posada

Más allá de ponerle cualquier adjetivo, Posada como pocos artistas, ha trascendido en lo que somos, en la imagen de un mexicano que se transforma en universal.



La mayor parte de su producción, está desaparecida y ha sido rescatada poco a poco; la que existe, se encuentra dispersa y conformó, en su momento, parte de la vida cotidiana de los mexicanos, pues se encontraba en las estampas religiosas, en los cuentos infantiles, en los juegos de mesa, en las cartas de amor, las etiquetas de los cigarros, los calendarios, en la nota roja, en la caricatura, los diarios y las revistas de la época.

Posada está por descubrirse. Es un buen momento para comenzar a quitar las mentiras que se han vertido sobre su vida y obra, mentiras que, por cierto, no le restan ningún valor a la gran calidad de su trabajo, a su contribución a generar lo que somos.

La catrina, una invención de Diego Rivera*

La lista de calaveras de Posada es muy extensa y variada; entre ellas, destaca y brilla La Calavera Catrina, una de las obras maestras de Posada; que se ha convertido, además, en uno de los iconos de nuestra identidad nacional.

Más allá de su belleza en sí, esta popularidad tiene que ver, sin duda, con la difusión realizada por Diego Rivera, a partir del mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, donde la dibuja como una figura central, a la que el muralista toma de la mano y la coloca por delante de la propia Frida.

De este momento arranca su fama, en la década de los años cuarenta y cincuenta cuando empiezan las grandes exposiciones y los grandes homenajes.

Vale decir que La Catrina, fue bautizada así por Diego Rivera ya que la hoja donde apareció originalmente se llamaba "Remate de calaveras alegres y sandungueras" y el subtítulo era: Las que hoy son empolvadas GARBANCERAS pararán en deformes calaveras.

Las garbanceras eran las indígenas que comían garbanzos, es decir, aquellas ladinas que menospreciaban su clase social y querían ser como las patronas españolas. En una parte el texto dice: "Hay unas gatas ingratas, muy llenas de presunción y matreras como ratas, que compran joyas baratas en las ventas de ocasión".

domingo, 30 de octubre de 2011

El verdadero nombre de 'La Catrina'

Vida domingo 30 de oct, 2011
Tanto como el mariachi y el tequila, el famoso grabado de José Guadalupe Posada es un emblema de la cultura nacional. Con 'La Catrina', los mexicanos celebramos cada año el Día de Muertos a través de su carácter burlón y juguetón, de tal forma que en el extranjero es todo un símbolo de nuestro folclore.

FOTO ARCHIVOSin embargo, ese no siempre fue su nombre. Cuando Posada la creó, en la hoja donde hizo su primera aparición se leía solamente “Remate de Calaveras alegres y sandungueras” con el subtítulo “Las que hoy son empolvadas garbanceras pararán en deformes calaveras”.

En otras palabras, el nombre que podría tomarse com original para este popular personaje es el de ‘La Calavera Garbancera’.

De acuerdo con el libro Posada, del investigador Agustín Sánchez González, las garbanceras eran aquellas indígenas que comían garbanzos y que menospreciaban su clase social, queriendo ser como sus patronas españolas. En ese grabado, como en la mayoría que elaboró, José Guadalupe Posada hacía una crítica social hacia esos que denostaban su mexicanidad.

Aunque su grabados se asocian mucho con el Día de Muertos, sus calaveras se refieren a muchas situaciones sociales de finales del siglo XIX y principios del XX, bajo un tono satírico del que no se salvaron ni Porfirio Díaz ni Emiliano Zapata.

Pero, ¿cómo llegó a llamarse Catrina? El responsible de esto fue nada más y nada menos que el famoso pintor Diego Rivera, quien la bautizó así luego de inmortalizarla en su famoso mural ‘Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central’ donde aparece como una figura central, incluso por delante de Frida Kahlo.

De hecho, fue el mismo Rivera el que literalmente vistió a ‘La Catrina’, pues Posada sólo dibujó la cabeza y el busto. Gracias a la influencia del pintor en lo que se refería a cultura mexicana, la calavera se hizo famosa, trascendiendo hasta nuestros días para recordarnos que: “La muerte, es democrática, ya que fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”. -

martes, 18 de octubre de 2011

Distribuye feria alternativa del libro "De los cuates pa´la raza"

Notimex – dom, 16 oct 2011 12:19 CDT
México, 16 Oct. (Notimex).- La Feria del Libro Alternativa de la Alameda Central distribuyó en su primer día de actividades mil ejemplares de la antología "De los cuates pa´la raza".

Se trata de una recopilación de más de 30 textos breves de reconocidas plumas como Enrique González Rojo, José Emilio Pacheco, Carlos Fuentes, José Agustín, Germán Dehesa, Juan Gelman, Paco Ignacio Taibo II, Armando Bartra, Gerardo de la Torre y Rafael Barajas "El Fisgón", entre otros.

De acuerdo con Paco Ignacio Taibo II y Paloma Sáiz, coordinadores de la Brigada "Para leer en Libertad" y organizadores del evento, la publicación es "una pequeña muestra de la literatura contemporánea mexicana".

"De los cuates pa" la raza" recuerda este formato con distintos géneros literarios y periodísticos como poesía, cuento corto y caricatura.

Para Agustín Sánchez González, uno de los autores presentes en este trabajo, el hecho de reunir a varios escritores en este ejemplar es de celebrarse, pues además de promoverlos, se fomenta el habito de la lectura entre el público.

Entre los cuentos, el también investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas (CENIDIAP) del INBA, presenta uno inspirado en el político sonorense Luis Donaldo Colosio (1950-1994).

"El cuento que escribí ganó una mención en el premio del ¿Crimen como una de las Bellas Artes? 2003, lo escribí la noche en que mataron a Colosio; me encontraba Sevilla en el balcón de un hotel y se me ocurrió, aunque no es la historia del asesinato de Colosio, si es una historia de tipo político", señaló Sánchez González.

Para Sáiz, la antología es un trabajo que vale la pena conocer no sólo porque es un obsequio para quienes aman la lectura, sino también porque es una manera de conocer "un trozo del alma" de cada una de las personas que donaron sus textos para esta publicación.

Sabina Berman, Beatriz Escalante, Laura Esquivel, Mónica Lavín, San Juana Martínez, Thelma Nava, Cristina Pacheco y Elena Poniatowska, son otras de las autoras que se incluyen en este material el cual inicia con una caricatura del "Gato Culto", del escritor Paco Ignacio Taibo I (1924-2008), que sonriente dice: "Los libros muy caros no son para leer. Sino para regalar".

NTX/MBH/MCV

miércoles, 5 de octubre de 2011

Expondrán moneros a medallistas olímpicos mexicanos

Notimex
2011-10-05 15:39:00

Guadalajara, 5 Oct. (Notimex).- La exposición gráfica "Los Medallistas olímpicos vistos por moneros" abrirá sus puertas el próximo sábado 8 de octubre en el Museo del Periodismo y las Artes Gráficas de esta ciudad, en el marco de los Juegos Panamericanos 2011.

Esta exposición es una investigación del historiador Agustín Sánchez González, quien hace seis años publicó un libro con este título, con el apoyo de la Asociación de Medallistas Olímpicos Mexicanos, que preside Daniel Aceves, medallista en lucha grecorromana.

La muestra recoge un total de 54 caricaturas de atletas que dieron una medalla a México, desde Los Angeles 1932 hasta Beijing 2008, realizadas por 45 destacados caricaturistas como David Carrillo y Rafael Freyre.

Los decanos de los caricaturistas mexicanos, así como de artistas de otras épocas, como El Chango García Cabral, Antonio Arias Bernal, Andrés Audiffred y Alberto Isaac, además de los dos brillantes exiliados, Ras y Ernesto Guasp.

Agustín Sánchez González, curador de la muestra, aseguró que se trata de una exhibición con la que se rinde homenaje no sólo a los medallistas olímpicos sino a los cartonistas mexicanos que con su trabajo, muestran un retrato de nuestra sociedad.

"Se busca hacer un homenaje a los grandes deportistas mexicanos y demostrar cómo la caricatura es un retrato de la sociedad. Los cartonistas son grandes retratistas de nuestra realidad, y de alguna manera es un homenaje a ambos gremios: caricaturistas y medallistas olímpicos", dijo.

Por su parte, Daniel Aceves señaló que 54 medallas en caricaturas es un homenaje al esfuerzo, a la dedicación, a la constancia pero sobre todo es una motivación para que continúen su compromiso por hacer de nuestro país un lugar de gente con salud alejados de problemas como las adicciones y el delito.

"Esta obra es un compendio inigualable a nivel mundial que sin duda será un placer para todos aquellos que tengan el privilegio de mirarla", aseguró.

Por esta muestra desfilan las caricaturas de estos grandes personajes mexicanos, como Joaquín Capilla, Humberto Mariles, Iridia Salazar, Ana Gabriela Guevara, entre muchos más.

Grandes caricaturistas están presentes como Salazar Berber, decano de los caricaturistas deportivos, Pedro Sol, Presidente de la Federación Mundial de Caricaturitas, sección México, varios premios nacionales de periodismo, como Antonio Garci y Alfredo Guasp.

Asimismo, caricaturistas de diversos diarios deportivos mexicanos como Alejandro Pérez Basurto "Apebas", de Récord, "Éctor", de La Afición, o "Terrazas", de Reforma.

domingo, 4 de septiembre de 2011

JOSE GUADALUPE POSADA UNA HISTORIA POR ESCRIBIRSE

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Apenas se escribe José Guadalupe Posada en el buscador de Google, aparecen 231 mil resultados. Desde la falaz Wilkipedia, a quien todo el mundo mete mano para escribir lo que le viene en gana, hasta jóvenes que hacen su tarea.

Mentiras y mitos son el resultado de la web, pero ha sido también el producto de una historia adaptada a los tiempos de nuestra historia.

Posada está por descubrirse. Es curioso señalar que nunca dio una entrevista a nadie, ni se conocen comentarios; sólo existen dos fotografías, pero no se ha localizado ningún autorretrato; hay apenas tres notas de la prensa de su época que hablan de él. Su familia era un enigma, apenas recientemente descubrí el nombre de su hijo. Posada es un rompecabezas y apenas se están encontrando las piezas y, sin embargo, ningún artista mexicano es tan conocido en el mundo por el símbolo de la muerte, por un icono a quien se le llama "La Catrina".




Por otra parte, Posada ha sido elogiado por su presencia en la revolución. Decenas, quizá cientos de notas nos refieren a un hombre vinculado a los hermanos Flores Magón y al periódico El Ahuizote. No han faltado las personas que repiten mentiras como las de que Posada fue un radical y que estuvo preso por sus ideas. Posada es un mito, un invento necesario para una revolución que requería de héroes culturales.


Nació en Aguascalientes en 1852 y murió en la ciudad de México, en una vecindad de Tepito, en 1913. Fue un artista autodidacta que ayudaba a su hermano Cirilo, profesor de escuela, a entretener a sus alumnos haciendo dibujos.

Desde sus primeras obras profesionales que se conservan, a los 19 años, Posada retrató la muerte en el periódico El Jicote. Este tema, le obsesionó toda su vida.



No era gratuito, de niño le tocó mirar una epidemia de cólera que generó más de diez muertes; también le tocó ver el asalto a su ciudad, por parte de los bandidos que asolaban e incendiaban Aguascalientes; miró decenas de fusilamientos y de cadáveres apilados muy cerca de su casa.

Posada creció con la muerte y tal vez por ello, se obsesionó con las imágenes que, si bien es cierto que son las menos, son las más reconocidas, como la llamada Catrina, bautizada por Diego Rivera (y quien le puso el cuerpo), pero que en realidad se llama la Calavera garbancera, que es una crítica a las indígenas que querían ser como españolas y comer garbanzo en lugar de maíz. Posada empezó a trabajar en Aguascalientes, después de marchó a León donde hizo trabajos comerciales, ilustró varios libros, realizó estampas religiosas y fue profesor de litografía en la Escuela de Instrucción Secundaria.


Después se marchó a la ciudad de México invitado por Ireneo Paz, el abuelo del poeta Octavio Paz; colaboró en más de 70 periódicos, la mayoría desconocidos para el gran público, e ilustró ciento de hojas volantes.

Uno de sus grandes aportaciones a nuestra cultura fue ilustrar las portadas de la Biblioteca del Niño Mexicano, considerada la primera historia escrita para niños por Heriberto Frías y que se imprimió en Barcelona.

Su trabajo más conocido ocurrió en taller de Antonio Vanegas Arroyo, pero trabajó en muchos más. Lo que hizo con Vanegas es la obra más conocida de Posada

Más allá de ponerle cualquier adjetivo, Posada como pocos artistas, ha trascendido en lo que somos, en la imagen de un mexicano que se transforma en universal.



La mayor parte de su producción, está desaparecida y ha sido rescatada poco a poco; la que existe, se encuentra dispersa y conformó, en su momento, parte de la vida cotidiana de los mexicanos, pues se encontraba en las estampas religiosas, en los cuentos infantiles, en los juegos de mesa, en las cartas de amor, las etiquetas de los cigarros, los calendarios, en la nota roja, en la caricatura, los diarios y las revistas de la época.

Posada está por descubrirse. Es un buen momento para comenzar a quitar las mentiras que se han vertido sobre su vida y obra, mentiras que, por cierto, no le restan ningún valor a la gran calidad de su trabajo, a su contribución a generar lo que somos.


viernes, 2 de septiembre de 2011

El microcosmos de micrós









Agustín Sánchez González

Aún no tenía cuarenta años cuando murió, hace un siglo, el 8 de febrero de 1908. Presenció una ciudad que traspasaba del siglo XIX al XX. Sin tanta fama como otros autores, retrató excepcionalmente este país, en ese difícil tránsito de una dictadura que, sin embargo, resultó base y sustento del México contemporáneo.

Se llamaba Ángel Efrén de Campo y Valle, aunque solía firmar, cuando no usaba seudónimo, como Ángel de Campo (con ese nombre no podía ser otra cosa), y en vida se dedicó a escribir miles de páginas en la prensa de su época.

Nació en Ciudad de México, el 9 de julio de 1868, y dedicó su vida a la escritura en periódicos y revistas; tuvo una vida-crónica en la que retrató a todo un país. La reconstrucción de hechos, sucesos, figuras y retratos fue su labor.

Quizá la mejor definición de su obra la dio María del Carmen Ruiz Castañeda cuando escribió, acerca de La Rumba: "pueden encontrarse la fidelidad fotográfica del realismo, el cuidadoso análisis naturalista y el subjetivismo dramático del romanticismo. Es que Micrós no podía guardar distancia entre él y sus obras, porque, más que hijas de su ingenio, eran hijas del corazón".

UNA ETAPA BRILLANTE

Podría parecer ilógico, pero es interesante observar cómo una sociedad aplastada en sus derechos políticos fue capaz de generar una gran libertad artística, reflejada en el periodismo, la literatura, la poesía, el teatro, la música, etcétera.

Suena paradójico, pero al final del porfirismo se crea la Universidad de México y la Escuela Nacional Preparatoria tiene uno de sus grandes momentos.

Entre los grandes autores, Ignacio Manuel Altamirano se convirtió, a finales del siglo antepasado, en el presidente de la República de las Letras; un patriarca amoroso que gestó a una generación de jóvenes autores entre los que destacaban Luis González Obregón, Luis G. Urbina, Victoriano Salado Álvarez, Balbino Dávalos, Federico Gamboa o Ángel de Campo.

Fue una época de grades revistas literarias como La Revista Azul, La revista Moderna y El Liceo Mexicano, por mencionar apenas tres ejemplos. Ésta última fue fundada por Rafael Mangino, José Cárdenas, Luis González Obregón y Ángel de Campo, el 5 de febrero de 1885; fue una revista donde se difundieron muchos de los escritos de los autores de la época. También es una etapa del nacimiento del primer diario moderno, El Imparcial (la trascendencia alcanzada por Micrós lo llevó a ocupar la primera y segunda de las ocho columnas donde escribía, en primera plana, su "Semana Alegre"), cuyo tiraje era, a decir del propio diario, de 44 mil 590 ejemplares.

SU VIDA

Ángel de Campo quería ser médico. Fue hijo de Laura Valle y de un militar de carrera que llevaba el mismo nombre y que murió cuando el escritor tendría unos seis o siete años. Apenas tenía dieciséis cuando, en compañía de quien sería uno de los grandes cronistas de la ciudad, Luis González Obregón, y con Octavio Gajá, fundó La Lira, un periódico manuscrito, y un año después, con ellos mismo participa en la fundación del Liceo Mexicano. Entonces comienza a firmar como Micrós.

En 1889 ingresa a la Escuela de Medicina, que abandona muy pronto ante la muerte de su madre; comienza a trabajar como empleado de la Secretaría de Hacienda y a colaborar en El partido Liberal, en Revista de México (que dirigía Ireneo Paz, el abuelo de nuestro Premio Nobel) y en El Nacional.

En 1890 publica parte de su trabajo en el volumen Ocios y apuntes; ahí publica obras tan intensas como El Pinto, una impresionante historia donde los personajes "La Chilindrina", "El Capitán", "La Diana", "EL Turco" y "El Pinto", son unos… perros. El cuento termina así: "¡Cuántos en la plebe son como el Pinto!

"¡Cuántos desdichados hay que con forma humana no son sino perros que hablan y que visten pantalones!"

Otra obra suya es El Caramelo, donde dialogan un caramelo, una charamusca y un grillo en torno a la felicidad. El grillo, "un poeta democrático, opina que los versos son algo como caramelos para el espíritu… por eso yo no le canto sino al pueblo".

En 1892 colabora en Siglo XIX y en El Nacional, y dirige México. Revista de Sociedad, Arte y Letras; más tarde colaboró en La Revista Azul y en 1894 aparece un nuevo libro: Cosas vistas, que al igual que el anterior, es una compilación de sus trabajos publicados.

En éste vuelve a tener animales como personajes. El Chiquitito es un "¡infeliz canario, [que] tenía sed de las aguas de un charco, en el que se retrataban una rosa anémica y un jirón de nube que pasaba lentamente por el cielo!"

No se piense que su obra es referida a los animales, las acotaciones al respecto se deben a la sorpresa de encontrar protagonistas de esta índole en una crónica urbana, demasiado callejera, demasiado concentrada en personajes de barrio, como El Chato Barrios, "un muchacho descalzo, de blusa hecha jirones, mordiéndose un dedo, arrastrando el sombrero de petate y viendo a todos lados con cara de imbécil, [que] cruzaba el salón", hijo de un carbonero, "el más feo y desarrapado alumno de la escuela", quien había obtenido una mención honorífica en un concurso y que año con año disputaba a Isidoro Quiroz, uno de los niños ricos de la escuela.


José Guadalupe Posada, La perra brava

También rescató la historia de El fusilado, uno de sus grandes cuentos, donde retrata el camino de un hombre que es conducido rumbo al paredón. La maestría de Ángel de Campo es excepcional. Comienza así: "El alba, una alba de espléndido colorido, comenzaba a dilatarse de rrochando sus toques en el horizonte… allá flotaban los indecisos contornos de la bruma, desta cados apenas en los matices delicados de las manchas de claridad en un fondo gris azulado que evoca el recuerdo de las irisaciones del nácar".

Cartones es el tercer libro que nos legó; su publicación data de 1897. De él destacan cuentos como "La muerte de Abelardo", recogido en la antología Dos siglos de cuento mexicano, cuya selección y notas fueron realizadas por uno de los grandes estudiosos del cuento, el maestro Jaime Erasto Cortés, quien escribe al respecto: "La muerte de Abelardo, es muerte de un habitante de este microcosmos y vida de 'perro bohemio'. La vida adquiere una verdadera dimensión humana: ¿Qué oculto drama, qué antecedentes misteriosos originaron ese modo de ser? Había un aristócrata bajo su zalea de escuincle vulgar y callejero. La muerte del perro, por el sólo hecho de ser referida, alcanza significación e importancia."

"Los recursos narrativos de Micrós", escribe Jaime Cortés, "son numerosísimos: caracterización psicológica, realismo contundente, contrastes, comparaciones, justa perspectiva sentimental, reflexiones profundas y poderosas, estilo ágil, emoción y ternura, riqueza descriptiva…"

Otro gran cuento es "El Inocente", un personaje emparentado con aquellas figuras deformes dibujadas por José Guadalupe Posada: "Partía el alma la criatura: el enfermillo exangüe, era una llaga; era un niño repugnante de cabeza fenomenal; orejas transparentes, mucosas pálidas y piel maculada por las huellas verdes de las cataplasmas, manchones de yodo y escaras desprendidas; los dientecitos sucios, dientes típicos de Hutchison; el cuello inflamado y endurecido por las escrófulas." Era hijo de una prostituta que bailaba en un salón, mientras el niño fallecía en el "Patio de las Culebras".

La obra de Micrós estremece, duele. Ese microcosmos que supo retratar con tanta frialdad es sin duda una de las grandes contribuciones a la literatura mexicana.

En 1899 pasa a formar parte de uno de los diarios que habrían de renovar el periodismo mexicano, El Imparcial, donde realiza la columna "La Semana Alegre", cuya primera entrega se llamó "La Semana Festiva". Comienza sus colaboraciones el día 2 de abril, señalando: "He resuelto por mí y ante mí, yo, cronista inédito, humorista que va de incógnito, tan de incógnito que nadie lo conoce, 'organizar' este espacio de artículo dominical que hará "pendant" a las "Semanas" del "Mundo Diario", como una caricatura hace "pendant" a un retrato. Todo entrará en este rosario de acontecimientos que han dado en llamar crónica, todo, menos la seriedad. La seriedad es ridícula, es atentatoria, es… 'Pídeme lo que tú quieras, menos la formalidad', dice Angélica la del "Chateaux Margaux" y lo mismo dije, digo y diré yo, humilde servidor de ustedes." Firmará esta columna con el seudónimo Tick Tack.

También en ese año, en El Cómico, publica una novela corta, El de los claveles cortos. En 1906 imparte clases en la Escuela Nacional Preparatoria, al obtener una plaza ganada por concurso de oposición; dos años después murió de tifo, esa terrible enfermedad por la que hubo tantas y tantas muertes. Fue enterrado en el Panteón Civil de Dolores.

SUS OTRAS OBRAS

Muchas de sus obras quedaron en el olvido durante muchos años, es decir, guardadas en una hemeroteca hasta que alguien se atrevió a sacarlas del olvido.

La Rumba, por ejemplo, una de las grandes obras de la literatura mexicana, una novela que bien podría acercarse a la obra de John dos Pasos al tener como personaje principal a todo un microcosmos, un grupo de personajes donde no existe un protagonista único, donde "La Rumba" es una plaza de Ciudad de México, pero también es el sobrenombre de una muchacha llamada Remedios Vena. Es una novela del destino, en la mejor tradición griega, donde cada uno está predestinado a ser lo que es y que sólo un tranvía, como un artefacto externo, que significa el viaje a otras instancias, es capaz de modificar ese determinismo.

"Rumba tenía fama en los barrios lejanos; contábase que era el albergue de las gentes de mala alma, una temible guarida de asesinos y ladrones, y citaban el nombre de un Florencio Carvajal que debía siete vidas; Marco Pezuela, zapatero, había envejecido en Belén y después de extinguirse su condena se había refugiado en aquel vivero de malhechores…"

Y luego, el personaje femenino: "había una muchacha seria entre aquellas, una rapazuela que no jugaba ni al pan y queso, ni al San Miguelito, ni a las visitas. De cíanle La Tejona, por su cara enfi lada y sus modales broncos; era la hija de Don Cosme vena, era Remedios… Prometía ser una mujer de aspecto varonil; rasgaban casi su estrecho vestido las formas precozmente desarrolladas, con enérgicas curvas…."

La Rumba, una de las grandes obras de nuestra literatura, no fue vista en vida por Micrós; apareció en forma de libro hasta 1951, en una edición de apenas cincuenta ejemplares, pues se había publicado como folletín en el periódico El Nacional, del 23 de octubre de 1893 al 1 de enero de 1894.

Ángel de Campo fue un continuador de grandes cronistas como José Joaquín Fernández de Lizardi, Guillermo Prieto, José T. Cuellar, y fue además precursor de grandes autores como Salvador Novo o Carlos Monsiváis.

A cien años de su muerte, Ángel de Campo sigue siendo un autor tan vital como uno de sus con temporáneos, José Guadalupe Posada. Ambos son grandes retratistas de un México que sigue vivo y lastimado. Sus retratos constituyen una prueba fehaciente de un pueblo que fue a la revolución y que siguió igual, o peor.

Una de las grandes contribuciones de la literatura es la fotografía que deja para la historia. Entender y conocer el fin de siglo XIX y el inicio del xx, en los albores de la Revolución, sólo es posible a través de e stos cuadros desgarradores de un hombre muer to hace cien años y que sigue tan vivo como las miserias que retrata.


La Jornada Semanal

viernes, 26 de agosto de 2011

BOLA DE NIEVE

30 años sin Bola de Nieve
Agustín Sánchez González
La Jornada. México, 2 de octubre de 2001.




Disfruten al Bola mientras leen el texto


Hay hombres que nacen con un don y que lo desarrollan de manera extraordinaria para beneplácito del resto del mundo. Uno de los cantantes más maravillosos que han existido es Ignacio Villa y Fernández, mejor conocido como Bola de Nieve, gran artista que nació en Guanabacoa, el 11 de septiembre de 1911, y que este 2 de octubre cumple 30 años de haber desaparecido físicamente.
Bola de Nieve nos dejó y le tocó morir en la ciudad de México -sitio que amaba- justo pocos días después de cumplir 60 años.

Fue hijo de un cocinero y de una "negra, cuentera, organizadora de bailes y capaz de bailar la mejor rumba de cajón o el 'toque' de Yemayá", dice Raúl Martínez en un reportaje en la revista Cuba Internacional, de la que hemos tomado muchos de los datos que enunciamos más adelante.

Su abuelo era un mayombero (brujo negro), ñañigo, sabio en las yerbas y capataz en los muelles del puerto de La Habana. De esta forma, Bola creció en medio de los congos, carabalfes, comparsas de diablitos y salidas de cabildos en las calles de Guanabacoa en Día de Reyes.

Otro personaje importante en la vida de Bola fue su tía abuela Tomasa, Mamaquica, quien lo motivó y alentó al estudio de la música.

Precisamente en esa ciudad vivió uno de los santeros más importantes de Cuba: Arcadio, cuya estatua de cera se encuentra en el Museo de Santería de Guanabacoa donde, por cierto, se exhibe un traje de Bola.

Así, el cubano estuvo inmerso en la magia de la santería, los babalaos (sumos sacerdotes), la música y danzas bembé. De ahí se puede entender la magia que se vive al escucharlo cantar obras de su inspiración como: Drumi mobila, Carlota te morí, Manda conmigo papé; o de autores como Eliseo Grenet: Yambambó, Drume negrita; o de Nicolás Guillén: Vito Manue, entre otros.

Cada pieza interpretada por Bola es una delicia; canciones magistrales de distintos autores a las que imponía su estilo; lo mismo interpretaba boleros tradicionales de María Greever, José Sabré Marroquín, Mario Ruiz Armengol, Adolfo Guzmán o Vicente Garrido, que autores contemporáneos como John Lennon, de quien grabó Es tan difícil. Pero también puso su piano y voz en versiones de temas españoles, catalanes, italianos, estadunidenses o peruanos (su Flor de la Canela, de Chabuca Granda, es única).

Ignacio Villa y Fernández comenzó su trayectoria en México en el Politeama, en 1933, sitio donde acompañaba con su piano a la hoy casi olvidada estrella también cubana: Rita Montaner. Fue ella quien lo bautizó como Bola de Nieve, pues le parecía graciosa la cabeza rapada y tan negra del músico.

En nuestro país actuó al lado de las grandes estrellas de la época: Agustín Lara, María Greever y Guty Cárdenas. Bola decía que México era su otra patria. Poco después se incorporó a la compañía de otro grande: Ernesto Lecuona.

En 1948 se presentó en el Carnegie Hall de Nueva York y el New York Times lo comparó con grandes estrellas como Maurice Chevalier y Nat King Cole. La lista de estrellas con quien compartió es grande y lo mismo los lugares donde se presentó. Bola de Nieve se quedó con la Revolución, pudo irse como otras estrellas, pero optó por la nueva opción de vida que se presentaba en Cuba.


Fue en su segunda patria donde ocurrió su sorpresiva muerte, una verdadera pérdida nacional; el poeta Nicolás Guillén dijo que con Bola desaparecía una de las figuras artísticas de raíces hondamente cubanas. Ello ocurrió hace 30 años, pero como dice la canción de Vicente Garrido, Una semana sin ti, que interpretaba Bola: "Pero a veces quisiera volver a sentirte tan lejos, porque nunca te tuve tan cerca de mí".


http://www.jornada.unam.mx/2001/10/02/06aa1esp.html

domingo, 7 de agosto de 2011

Exhibirán rostros de medallistas olímpicos vistos por moneros

55 caricaturas de medallistas olímpicos mexicanos desde Los Ángeles 1932 hasta Beijing 2008, integrarán la exposición “Los Medallistas olímpicos vistos por moneros”.

Ciudad de México • Un total de 55 caricaturas de 45 cartonistas, de atletas que dieron a México una medalla en Juegos Olímpicos desde Los Ángeles 1932 hasta Beijing 2008, integrarán la exposición “Los Medallistas olímpicos vistos por moneros”.

La muestra, que presenta el trabajo de destacados y reconocidos cartonistas mexicanos, abrirá el 12 de octubre en el Museo del Periodismo de Guadalajara, en el marco de los XVI Juegos Panamericanos que este año se realizan en la capital tapatía del 14 al 30 de ese mes.

Desde Rafael Freyre Flores, uno de los grandes maestros de la caricatura mexicana, hasta los que muestran su trabajo en los principales diarios deportivos como Juan “Terrazas”, Alejandro Pérez Basurto "Apebas" y Cristian Garduño Ortiz “Rocko”, pasando por el decano David Carrillo, exhibirán sus trabajos.

Agustín Sánchez González, el curador de la muestra, aseguró que se trata de una exhibición con la que se rinde homenaje no sólo a los medallistas olímpicos sino a los cartonistas mexicanos que con su trabajo, muestran un retrato de la sociedad.

“Se busca hacer un homenaje a los grandes deportistas mexicanos y demostrar cómo la caricatura es un retrato de la sociedad. Los cartonistas son grandes retratistas de nuestra realidad, y de alguna manera es un homenaje a ambos gremios: caricaturistas y medallistas olímpicos.

“Si bien las malas noticias en este país son lo cotidiano, también hay buenas nuevas con grandes artistas y deportistas. Al final, los medallistas son un ejemplo para la sociedad, son un modelo que debiéramos seguir; seguramente si se diera un impulso más al deporte y la cultura, tendríamos menos violencia”, consideró.

Tras la exposición, en ese mismo espacio se presentará la reedición un texto derivado de dicha muestra, el cual cuenta con el apoyo del Instituto del Deporte en Puebla.

“El libro tuvo ya una primera edición en el 2004 y ahora será reeditado a color y con una mejor calidad; estará actualizado hasta los Juegos Olímpicos de Beijing”, comentó Sánchez.

En “Los Medallistas olímpicos vistos por moneros” destaca la participación del español Eduardo Robles Piquer (Ras), así como Andrés Audiffred, clásico entre los cartonistas mexicanos y de quien se exhibirá un cartón dedicado al clavadista Joaquín Capilla.

Francisco Cabañas Pardo y Gustavo Huet Bobadilla, los atletas que dieron las primeras medallas a México en 1932 en boxeo y tiro, respectivamente; así como Humberto Mariles Cortes, Alberto Valdés Ramos, Rubén Uriza Castro, Felipe Muñoz Kapamas, José Pedraza Zúñiga, Álvaro Gaxiola Robles y Pilar Roldán Tapia, son otros de los medallistas cuyas caricaturas se exhibirán.

Manuel Youshimatz Sotomayor, Ernesto Canto Gudiño, Ana Gabriela Guevara, Belem Guerrero Méndez, Oscar e Iridia Salazar Blanco, María del Rosario Espinoza, Guillermo Pérez, Paola Espinoza y Tatiana Ortiz, completan la muestra.

“Se trata de una lectura festiva, de demostrar a los hombres y mujer que a pesar de que muchas de las veces no cuentan con apoyos para participar en diferentes competencias, hacen un gran esfuerzo para ser campeones”, indicó Sánchez González.

A lo largo de su participación en Juegos olímpicos, México ha obtenido un total de 55 medallas en deportes oficiales: 12 de oro, 18 de plata y 25 de bronce.

domingo, 10 de julio de 2011

Cumple 110 años La Biblioteca del Niño Mexicano

10 Julio, 2011 
Es una de las primeras ediciones educativas en México
Mexico, DF.- A 110 años de su aparición, que se cumplen este 2011, “La Biblioteca del niño mexicano”, concebida por Heriberto Frías, es una rareza histórica que no obstante sus omisiones históricas, es digna de estudio, pues permite entender ese México desdeñado y satanizado por la revolución y ubicarlo en su justa dimensión.

Así lo considera el historiador e investigador del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Agustín Sánchez González, para quien aunque el material fue planeado como un proyecto didáctico de gran envergadura, acabó siendo hecho con un enorme descuido.

Recordó que la idea nació tras la consolidación de la dictadura de Porfirio Díaz en México, a finales del siglo XIX, cuando parte del proceso de reconstrucción nacional se centró en la educación, a través de la cual el mandatario buscaba difundir una visión sobre la historia del país y fomentar la lectura entre los niños.

En aquella época, acotó, el analfabetismo era preocupante, debido a que alcanzaba cifras impresionantes: se calcula que en 1900, cerca del 85 por ciento de la población mayor de seis años no sabía leer ni escribir.

Ante ello, el gobierno buscó la forma de trazar y definir políticas educativas que justificaran la idea del progreso, que tuvo como fiel intérprete al escritor Heriberto Frías, quien ideó publicar en ediciones de bolsillo una colección de 110 relatos sobre “un pasado espléndido y digno de ser conservado en la mente de todos los niños mexicanos”.

En su artículo “Biblioteca del niño mexicano. Una edición en aras del progreso y la educación”, publicado en el más reciente número de la revista “Relatos e historias de México”, Sánchez destacó que esta genial edición fue realizada en Barcelona, España, por el editor italiano Manuel Maucci, y con portadas diseñadas por el grabador mexicano José Guadalupe Posadas, quien tuvo el apoyo del entonces presidente Díaz.


Conformada por 110 cuadernillos, la colección se dividió en tres periodos, basados en una idea nacionalista: prehispánico, colonial y época contemporánea, que concluye con “El Sol de la Paz”, un homenaje a Porfirio Díaz.

Sin embargo, para su elaboración, Frías utilizó el mismo esquema que el aplicado en el periódico “El Imparcial”: una historia de ficción conformada por mitos y leyendas, como si fueran cuentos de hadas.

De hecho, desde el primer número, “La leyenda del monje blanco”, está presente esa idea, como lo anuncia su presentación: “Esto que van a saber mis queridos y amables compatriotas niños, nacidos en la gloriosa América, es curioso, al mismo tiempo que divertido”.

Entonces, explica el historiador, acabó siendo una visión ajena a la Historia –con mayúscula-.

Por ejemplo, este texto narra un cuento ajeno a la verdad histórica, en el cual entremezcla una leyenda germánica de un monje blanco que se le aparecía a Cristóbal Colón (lo curioso es que el genovés no aparecerá más dentro de la historia americana).

Sin duda, continua el investigador, Heriberto Frías se guió por el enunciado de Gregorio Torres Quintero sobre hacer una historia-cuento o, tal vez, un cuento de tema histórico.

Tampoco es ajeno al manejo nacionalista, bastante chovinista, de negar nuestro pasado hispano y todo remitirlo a un México que en la época prehispánica no existió, detalló el autor del célebre Diccionario biográfico ilustrado de la caricatura en México”.

Queda clara además su antipatía por Moctezuma –o hacia los aztecas en general- y hasta un dejo de simpatía por los conquistadores, agregó Sánchez González, para quien los cuadernillos dejan también fuera momentos fundamentales de la historia patria.

Así, Frías, quien creó una de las grandes obras de la literatura mexicana manejando un lenguaje moderno y modernizador, acabó haciendo de la “Biblioteca del Niño Mexicano” un monumento más a Díaz.

Recordó que en el último número de la serie, reivindica al dictador: “¿Quién fue Díaz? El hombre que desde que fue niño adolescente amó a su patria, a sus leyes, a sus glorias y a sus libertades… Porque, sabedlo, el que es ahora nuestro Sol de Paz y Progreso… desde niño hizo prodigios”.

“No se trata de juzgar a Frías ni de calificarlo de conservador y porfirista, pues tendríamos que haber vivido las presiones que soportó después de “Tomóchic”.

sábado, 18 de junio de 2011

Miércoles 15 de Junio de 2011
Jose Guadalupe Posada
Calaveras y diablitos
por Julián Rodríguez Marín / Fotos: EFE

El artista mexicano, creador de las populares calaveras y caricaturista satírico de los últimos años del gobierno de Porfirio Diaz (1830-1915) murió en el olvido y sus restos, hoy perdidos, se sabe que fueron enterrados en una fosa común.

"Posada (1852-1913), que dibujo y grabó miles de caricaturas de los mexicanos, murió de alcoholismo, solo, abandonado, tirado en un cuarto en el barrio de Tepito. Su esposa e hijo habían muerto, y los restos del artista que había popularizado las calaveras, quedaron perdidos para siempre", contó el historiador Agustín Sánchez quien recordó diversos aspectos de la vida de este "artista genial" en el artículo Posada, una historia del montón publicada en la última edición de la revista Relatos e Historias de México.



También contó que Diego Rivera creó una gran cantidad de mitos en torno a él. Aunque el famoso pintor mexicano aseguró que Posada fue el precursor del muralismo y del nacionalismo en el arte mexicano, y un revolucionario antiporfirista relacionado con los hermanos Flores Magon, un grupo de anarcosindicalistas que formaron una corriente importante en la Revolución Mexicana, el historiador cuenta otra versión: "La verdad es otra, Posada era un liberal no militante que con sus caricaturas a veces criticaba, a veces elogiaba a Porfirio Díaz, al igual que a todos los participantes del sistema político y de los revolucionarios". Asimismo calificó de erróneo que haya participado en los periódicos publicados por estos anarquistas como fueron El Ahuizote o El hijo del Ahuizote. "Lo más probable es que ni siguiera los haya conocido".



Además indicó que uno de los aspectos más conocidos del grabador son las ilustraciones sobre diversas noticias de sangre, descritas en verso, que mostraban el aspecto violento del México de finales del siglo XIX y principios del XX. En esas hojas que se vendían en las calles y eran pregonadas a gritos por los vendedores, Posada describió los corridos populares, los crímenes pasionales, las historias de aparecidos y milagros. "Posada captó y desarrolló artísticamente los sucesos que ocurrían a su alrededor sin discriminar temas o personajes. Todo lo que veía era motivo para él, todo era digno de ilustrarse y mostrarse al mundo".



En sus obras aparecieron las caricaturas de políticos, revolucionarios, borrachos, bandoleros, charros, toreros y personajes de la aristocracia y burguesía porfiriana, llamados catrines. También popularizó las famosas calaveras, que acompañaban a versos sobre la supuesta muerte de personajes famosos vivos y que eran ilustrados con las figuras de esqueletos con algunas características fisonómicas del personaje retratado. Estas calaveras, que se dibujan en la Festividad de Muertos, el 1 y 2 de noviembre, proceden de la creencia prehispánica que se adaptó al sentir del mexicano y que fue reforzada por obras teatrales como el Juan Tenorio de José Zorrilla.



Uno de los mitos fue el de la recreación del personaje La Catrina que representa a la muerte y que fue bautizada con ese nombre por Diego Rivera en su mural Sueño de una tarde dominical en la alameda, donde aparece la muerte lujosamente vestida. Originalmente, este personaje había aparecido en una publicación de Posada y era llamada india garbancera, como una burla a las personas que buscan imitar a los ricos en su apariencia y reniegan de su propia raza, herencia y cultura.

Un dato lamentable es que al menos la mitad de la obra de Posada permanece perdida y es uno de los artistas populares más conocidos que nunca ha recibido un homenaje. "Él es el gran artista que dejó un retrato de México en el paso del siglo XIX al XX, que no ha sido valorado en su auténtica dimensión, un crítico social que nunca cayó en el panfleto, y es necesario redescubrirlo y despojarlo de su mitificación" enfatizó el historiador.
Fuente: EFE

viernes, 17 de junio de 2011

Una vecindad enorme, México-Tenochtitlan.

Fragmento de Día de tráfico, 1931
Este artículo lo publiqué un par de semanas después del fallecimiento del maestro, el 29 de mayo de 2010, en Laberinto, suplemento cultural del Diario Milenio.



Una vecindad enorme,
México-Tenochtitlan




La Ciudad de México no sería la misma sin la mirada de Gabriel Vargas, capaz de captarla en todos sus detalles. Con un texto que parte de su mural Día del tráfico y otro que recupera el singular lenguaje de los personajes de La Familia Burrón, continuamos este mínimo homenaje al genial dibujante.

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Si la Ciudad de México no hubiera existido, Gabriel Vargas la habría inventado.

Durante más de sesenta años, desde 1948, semana a semana, los mexicanos nos enteramos de nuestras propias andanzas a través de los personajes creados por un hombre que fue un autentico “burrón”, pues trabajaba día y noche para recuperar esas historias que le pasaban por la mente, esas imágenes que veía, sentía, palpaba, leía.

Desde niño observaba todo, entonces ya era un genio, que asombraba a todos sus hermanos que veían cómo él miraba el mundo y, mejor aún, cómo lo plasmaba en un papel a pesar de que su mamá le prohibía dibujar.

Vargas, nació en Tulancingo, Hidalgo, en 1915, pero fue un chilango desde los seis. Contaba quince años cuando realizó un cuadro que retrata la vida de la Ciudad de México en 1930, cuando comienza su despegue hacía la preposmodernidad, y en el país la institucionalización de la Revolución, tras el asesinato de Álvaro Obregón y el nacimiento del partido que nos gobernaría más de setenta años.

Se trata del Día del tráfico, donde Vargas traza un dibujo que muestra una de las calles más importantes de la ciudad, Avenida Juárez, otrora Hombres Ilustres. Cursaba el sexto año de primaria, en la escuela Antonio Menéndez, ubicada en San Ildefonso 99, casi frente al Colegio de San Pedro y San Pablo, donde estuvo la Hemeroteca Nacional.

Es una larga tira de papel, que bien podría equipararse a la tira de la peregrinación azteca, que mide sesenta centímetros de ancho por ciento sesenta de largo, en donde aparecen más de cinco mil personajes en las más diversas posiciones, así como un sinfín de detalles que denota su asombrosa capacidad para observar.

Eran las calles de hace ocho décadas, era una ciudad llena de sombreros de charros, cachuchas, bombines; era una calle donde las flappers habían sentado sus reales.

Era ya una ciudad donde la publicidad tomaba la calle y se veían anuncios de cigarros, de periódicos, sin faltar los carteles pegados en la pared.

Es la ciudad en 1930, donde un “apache” carga a otro; se miran pobres mientras los ricos viajan en tres lujosas diligencias; aún se encuentran mezclados personajes con ropas de campo, al lado de lagartijos y fifies.

En este tímido retrato, Vargas descubre un microcosmos, que al sumarse a otros forma el macrocosmos, la Ciudad de México que cabe en un pequeño cuadro o en 32 páginas de una historieta.

Esa es la misma ciudad que aparece en La Familia Burrón, la chica con vestimenta y calzado al estilo del charleston pudo haber sido la aristócrata señorita Borola Tacuche, y el hombre con sombrero de bombín, zapatos de dos tonos, el joven Regino Burrón.

Una pareja que tiene un encuentro amoroso, a pesar de que ella es una aristócrata y él un hombre humilde, y que logran cristalizar su amor a pesar del rechazo de la tía milloneta y de percepciones opuestas acerca de la vida, la conservadora de Regino, contra la rebelde y autogestiva de Borola.

Un matrimonio que vive en el callejón del Cuajo, en una vecindad de las antiguas, cuando había quinto patio, como cantó Emilio Tuero, y que ahora ha sido sustituida por un condominio de quinto piso.

Las imágenes de la ciudad en La Familia Burrón, cuyo primer número apareció en 1948, reproducen diversos espacios urbanos, lo mismo las mansiones de chorromillonarios como la tía Cristeta o la familia de los Tinoco, cuyo junior, el Tractor, es un populista amigo de la familia Burrón, hasta los barrios más marginales donde vive, en una pocilga, don Briagoberto Memelas y su amada, la Divina Chuy.

La ciudad es una enorme vecindad, con parques y alamedas, con hoteles de paso para los moradores sin casa, como Ruperto Tacuche.

En la comedia humana que reproduce don Gabriel está inmersa la tragicomedia mexicana, la estética de lo cotidiano, la microhistoria de la vida de vecindad, bajo el infierno y el cielo de México-Tenochtitlan, y que en pleno siglo XX es trazado con tinta china, de la de entonces, no de la de fayuca de hoy en día.

Además de la risa y el sarcasmo, debemos al trabajo de Vargas el conocimiento de un país que ha ido cambiando poco a poquito, aunque al final se mantiene igual.

La ciudad que trazó Varguitas es una urbe con su propio dialecto, con un lenguaje chilango, un poco furris, un poco elegante.

Ese microcosmos, convertido en la más grande ciudad del mundo, permitió a Vargas tener argumentos durante cerca de mil números y más de ciento veinte mil dibujos; una serie que terminó hace unos pocos meses, y que fue el anuncio definitivo del fin de la historieta.

Conocer la historia de la ciudad, tiene a Vargas como referente indiscutible, pues nos legó un retrato de la vida cotidiana, la pasión y muerte de los mexicanos; nos heredó, también, el aspecto sicológico de los chilangos, las penas, preocupaciones, dolores, alegrías, felicidad.

La obra ulterior de Gabriel Vargas puede entenderse mejor con ese primer dibujo, donde emociona el trazo inocente de un joven que ocho décadas después sigue influyendo en la vida mexicana, sobre todo en esos años cuando llegó a vender, semanalmente, medio millón de ejemplares de La Familia Burrón, lo que significaban dos millones de lectores.
Y si el fin de La Familia Burrón y ahora la muerte de su creador marcan el fin de la historieta, no es el fin de historia, mucho menos de la vida; es la oportunidad de entendernos mejor gracias a la caricatura.
Tal vez aun no se entiende que la caricatura es algo muy serio. Basta ver la obra de Vargas, para entender cuánto debemos a este genio mexicano por su obra.
Vargas se murió, La Familia Burrón también.
El eximio vate, Hugo Gutiérrez Vega, colega de Avelino Pilongano, escribió una Oda a Borola Tacuche, que concluye con una de las grandes verdades que sólo la poesía puede dar: “Sigue en esta ciudad, fuerte señora,/ pues pase lo que pase/ la vecindad enorme,/ México-Tenochtitlan, seguirá en pie/ y este su sueño ilustre seguirá bailoteando el Cuchichí”.

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miércoles, 8 de junio de 2011

Guadalupe Posada murió en el olvido y abandono

08 de junio de 2011 • 09:22
El artista mexicano José Guadalupe Posada, creador de las populares calaveras y caricaturista satírico de los últimos años del Gobierno de Porfirio Diaz (1830-1915) murió en el olvido y sus restos, hoy perdidos, fueron enterrados en una fosa común, dijo a Efe el historiador Agustín Sánchez.

"Posada (1852-1913), que dibujo y grabó miles de caricaturas de los mexicanos, murió de alcoholismo, solo, abandonado, tirado en un cuarto en el barrio de Tepito. Su esposa e hijo habían muerto, y los restos del artista que había popularizado las calaveras, quedaron perdidos para siempre", explicó el experto.

Sánchez, quien recordó diversos aspectos de la vida de este "artista genial" en el artículo "Posada, una historia del montón" publicada en la última edición de la revista Relatos e Historias de México, explicó a Efe que Diego Rivera creó una gran cantidad de mitos en torno a Posada.

Rivera aseguró que Posada fue el precursor del muralismo y del nacionalismo en el arte mexicano, dijo que fue un revolucionario antiporfirista y lo relacionó con los hermanos Flores Magon, un grupo de anarcosindicalistas que formaron una corriente importante en la Revolución Mexicana.

"La verdad es otra, Posada era un liberal no militante que con sus caricaturas a veces criticaba, a veces elogiaba a Porfirio Díaz, al igual que a todos los participantes del sistema político y de los revolucionarios", afirmó Sánchez.

El historiador explicó que Rivera y otros artistas convirtieron a Posada en un icono de izquierda y precursor de la Revolución mexicana.

Negó su relación con los hermanos Flores Magón y calificó de erróneo que haya participado en los periódicos publicados por estos anarquistas como fueron El Ahuizote o El hijo del Ahuizote de los Flores Magón.

"Lo más probable es que ni siguiera los haya conocido", dijo el historiador, quien escribió un estudio sobre el artista (Posada, editorial Martínez Roca, 2008).

Indicó que uno de los aspectos más conocidos del grabador son las ilustraciones sobre diversas noticias de sangre, descritas en verso, que mostraban el aspecto violento del México de finales del siglo XIX y principios del XX.

En esas hojas que se vendían en las calles y eran pregonadas a gritos por los vendedores, Posada describió los corridos populares, los crímenes pasionales, las historias de aparecidos y milagros.

"Posada captó y desarrolló artísticamente los sucesos que ocurrían a su alrededor sin discriminar temas o personajes. Todo lo que veía era motivo para él, todo era digno de ilustrarse y mostrarse al mundo", señaló Sánchez.

En sus obras aparecieron las caricaturas de políticos, revolucionarios, borrachos, bandoleros, charros, toreros y personajes de la aristocracia y burguesía porfiriana, llamados catrines.

Posada también popularizó las famosas calaveras, que acompañaban a versos sobre la supuesta muerte de personajes famosos vivos y que eran ilustrados con las figuras de esqueletos con algunas características fisonómicas del personaje retratado.

Sánchez explicó que estas calaveras, que se dibujan en la Festividad de Muertos, el 1 y 2 de noviembre, proceden de la creencia prehispánica que se adaptó al sentir del mexicano y que fue reforzada por obras teatrales como el Juan Tenorio de José Zorrilla.

Sánchez indicó que uno de los mitos fue el de la recreación del personaje "La Catrina" que representa a la muerte y que fue bautizada con ese nombre por Diego Rivera en su mural "Sueño de una tarde dominical en la alameda", donde aparece la muerte lujosamente vestida.

Originalmente, este personaje había aparecido en una publicación de Posada y era llamada "india garbancera", como una burla a las personas que buscan imitar a los ricos en su apariencia y reniegan de su propia raza, herencia y cultura.

Sánchez indicó que al menos la mitad de la obra de Posada permanece perdida y es uno de los artistas populares más conocidos que nunca ha recibido un homenaje.

Posada es el gran artista que dejó un retrato de México en el paso del siglo XIX al XX, que no ha sido valorado en su auténtica dimensión, un crítico social que nunca cayó en el panfleto, y es necesario redescubrirlo y despojarlo de su mitificación, dijo el historiador.

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